En el quirófano con H.T. Nichols

En el quirófano con H.T. Nichols

JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
Al no ser médico se impone que aclare lo del título. Pues estoy diciendo que estuve, al igual que lo estuvo el difunto Juan A. Bruno Pimentel, en una sala de cirugía frente al famoso galeno norteamericano Henry T. Nichols. ¿Y cuándo fue eso, dónde y por qué?

Bueno, eso ocurrió en los días finales del mes de febrero del año de 1961.

Fue cuando ocurrió la primera operación a corazón abierto realizada en la República Dominicana. Llevándose esa operación a avanzados y felices términos en una de las salas del prestigioso hospital Salvador Bienvenido Gautier y realizándola el famoso médico estadounidense Henry T. Nichols.

Presentes estuvimos en ese extraordinario acontecimiento, el fenecido compañero Juan Altagracia Bruno Pimentel y yo que hoy hago la reseña.

A esta altura considerable de casi cuarenta y cuatro años, qué puedo recordar y relatar de lo que vi y observé con ojos asombrados ese día, en el quirófano. Pues voy a evocar lo siguiente: Cámaras y micrófonos del Palacio Radiotelevisor La Voz Dominicana, instalados justamente dentro del sacro recinto del quirófano. En la plataforma o cama de cirugía anestesiada una hermosa mujer española, cuya edad frisaba entre los treinta y cinco o los cuarenta años.

Comienza la operación sensacional y dentro de mi condición de profano de la medicina, creo ver a la distancia, como el doctor Féliz Goico Evangelista, del lado izquierdo del tórax, bisturí en mano abre una incisión entre dos costillas y coloca con destreza y maestría un aparato separador para prepararle el campo operatorio al doctor Henry T. Nichols.

El profesor norteamericano comienza a hacer sus prodigios. Prodigios de mago verdadero de la cirugía de corazón abierto.

Me pareció que el vital órgano de las sístoles y de las diástoles había sido paralizado y que en lugar del corazón funcionaba una máquina que servía para la circulación extra corpórea, diríamos algo igual a un corazón artificial.

Tal vez sería una máquina que hacía de corazón y de pulmones. Realmente hasta ese momento ni en el cine había visto cosa igual a esa.

Observaba que desplegaba mucho cuidado y mucha atención para el buen funcionamiento de ese ultra moderno aparato, el capacitado  y caballeroso doctor Delgado Batlle.

Juan A. Bruno Pimentel y un servidor estuvimos ese día bastante cerca del doctor Fanduiz, de quien recibimos buenas atenciones y además experimentamos mucha alegría al enterarnos que la dama de la operación había salido viva de ese milagro de la ciencia de Galeno, que fue la primera cirugía de corazón abierto hecha aquí en la República Dominicana y de la cual el pueblo fue testigo ocular, porque la televisó La Voz Dominicana de Petán.

Ahora en honor a la verdad, se hace preciso decir que ese hombre mitad luz y mitad tinieblas que fue José Arismendy Trujillo Molina, el fundador de la televisora llamada Canal Cuatro, que convirtió a este país en la cuarta nación de América que tuvo la televisión, era ciertamente un hombre impredecible, pero era un enamorado de la cultura y soñaba con el progreso. En su Palacio Radiotelevisor fue un fundador de escuelas, tales como: de locutores, de música, de canto, de bailes… estableció una biblioteca y había que ir a leer de manera obligatoria.

El hombre (Petán) tenía ocurrencias inesperadas y salidas raras. Y el día de la cirugía que mandó a televisar, nos requirió a Bruno y a mí y nos dijo: «Yo estuve fijo frente al televisor viendo la cirugía. Perdí una apuesta con Abraham, con el director, porque le aseguré que ustedes se iban a asustar. Y la razón la tuvo él, que me dijo que tal cosa no ocurriría. Y frente al televisor el que lucía tímido y silencioso era él. ¡Oh, se le subió la presión! Pues bien, prepárense que voy a hablar con el doctor Goico y si mañana hay otra cirugía, también se va a televisar. ¡Pueden irse!».

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