En el recuerdo de la vieja Sinfónica

En el recuerdo de la vieja Sinfónica

Hubo tiempos en que la Sinfónica Nacional, bajo la dirección del valioso y positivo maestro Manuel Simó, animado él por   insistentes colaboradores, con Arístides Incháustegui y conmigo a la cabeza, lo convencimos de la importancia de que realizáramos presentaciones públicas gratuitas  de la Sinfónica en espacios abiertos en todo el territorio nacional: parques, iglesias, almacenes…lo que fuese. Su primera reacción fue expresada con su sonrisa suave: “Ustedes están locos, nos van a caer a pedradas cuando nos presentemos con música clásica como ustedes proponen. Ellos están habituados a otra cosa”.

Propusimos una prueba: Tocaríamos en la capital, en una iglesia de barrio pobre. Nosotros realizaríamos explicaciones simples, ya que Simó se manejaba en un idioma técnico y compacto. Así se hizo. La iglesia escogida resultó abarrotada. Había gente de pie fuera de las ventanas. Habló Arístides como tenor actuante y musicólogo. Hablé yo como Concertino, para explicar lo que significaba una Orquesta Sinfónica y las razones de nuestra presencia allí.

Simó dirigió, y los aplausos fueron delirantes. Eso marcó el inicio de extensas giras de Conciertos Educativos, que llevaron a Arístides a cantar y explicar arias operáticas, en alguna ocasión hasta  en un remoto y polvoriento almacén de arroz,  a menudo en un bullicioso parque provincial…hasta en un local de “vida alegre” que nos fue presentado como “club social” y aterró a la modosa violista italiana Piera Costantino, por el aspecto de las mujeres que se paseaban por allí, semidesnudas y cimbreantes, cerveza en mano.

Fue el inicio de extensas giras. A veces ocurría que al arribar los dos autobuses de la universidad estatal que utilizábamos (aún no  era Autónoma y sus siglas, pintadas a ambos costados de  los vehículos, eran USD: Universidad de Santo Domingo) los lugareños se preguntaban qué orquesta era ésa.

En cierta ocasión nos detuvimos en un pueblo para comprar bizcochitos, refrescos y los comestibles que hubiera.

Dos personajes se acercaron a los autobuses azules, marcados USD. Uno le preguntó al otro: ¿Qué orquesta es esa, tan grande? ¿La Superorquesta San José?

-No ombe, no sea bruto, por eso es que los capitaleños nos relajan. ¿Tú no ve lo letrero que tiene ecrito? USD… “Urquesta Sinfónica Dominicana”.

Aunque en todas las Sinfónicas aparecen más o menos los mismos personajes: el comedido clarinetista, un violinista alocado, un  contrabajista parco y distraído, el cornista gentil, el oboísta meticuloso y preocupado…así en New York, en Berlín, en Viena…hasta en Cuba.  Aquí recuerdo personajes inolvidables, guardados celosamente en el cofre del cariño. Otto Morales Bosch, quien aseguraba que “los miércoles no se ensaya”; Enriquillo Cerón, primer contrabajista, que tocaba por él y por el resto de la sección, decidió   demostrárselo  a un colega incrédulo y dejó de tocar, pretendiendo “arreglar” su contrabajo durante un ensayo y no se escuchó una nota más en toda la sección. Le hizo una señal al violinista De Windt significando: ¿Tú ves?

También están los “solistas de pasillo” que tocan fragmentos de difíciles obras cuando se sienten seguros en soledad y quieren fastidiar al solista oficial.

Una Sinfónica es un Universo humano al descubierto.

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