En el regocijo de una fuente

En el regocijo de una fuente

   Gracias a Dios, también hay noticias positivas de  justicia y de respeto al gran arte. De lo contrario, todo sería sombra de descontentos y amarguras.

   Ahora veo, frente al Teatro Nacional capitaleño, una fuente digna de tan magna edificación. Originalmente el discutible presidente Balaguer había solicitado al artista y arquitecto Cristian Martínez el diseño de una imponente fuente representativa de las diversas manifestaciones  del arte que se habrían de presentar en el imponente edificio. Estaba destinada a presidir el ingreso al Teatro, como símbolo.

   Martínez realizó un cuidadoso boceto de la fuente, que complació al Presidente de la República, entonces fue enviado a Italia, a Pietrasanta de la Ditta Arrighini, con la cual Balaguer tenía contactos directos. La fuente se realizó basada en los bocetos de Martínez pero añadiéndole énfasis en el clasicismo italianizante.

   Balaguer lo aprobó e hizo la orden. Martínez, radicado en Roma, fue encargado de la obra hasta su llegada por el puerto de Haina.

   El arquitecto constructor de Teatro, al parecer, no estaba enterado, y, con una inauguración próxima, el arquitecto Carbonell resolvió instalar frente al Teatro una pileta cuadrada con una corona de chorros de agua.

   Balaguer, hábil solucionador de conflictos (una veces bien, otras mal) resolvió que la espléndida fuente fuera colocada en un rincón del jardín para luego ser puesta en el lugar para el cual fue concebida.

   Pero ya el Teatro Nacional era una realidad que Balaguer había desechado de su pensamiento e interés, como la totalidad de la Plaza de la Cultura, que prácticamente no contaba con otros recursos de mantenimiento y función que el empeño de sus directivos. En los años ochenta fui sorpresivamente nombrado Director Artístico del Teatro por el presidente Guzmán, y me sucedió como a otros directores, no había ni siquiera material de limpieza elemental.

   Los tiempos han cambiado. La ayuda externa, no gubernamental, que para el Teatro se ingenió nuestro recordado y valioso Carlos Piantini, apelando a  familias pudientes y amantes de la cultura, encabezada por la positividad de Pedro Rodríguez Villacañas y su fiel esposa Margarita Copello, ha permitido una transformación ascendente del Teatro.

   Yo nunca hubiese podido llevar a cabo tal labor.

   Se han realizado presentaciones insoñables, gracias a una efectiva fusión entre la economía privada y la estatal.

   Ahora, con el reacondicionamiento de la próxima Feria del Libro, el nuevo ministro de Cultura José Antonio Rodríguez, inspeccionando la zona, se  topó con esta extraordinaria obra de arte, arrinconada. Allí se enteró de que había sido diseñada y realizada para lucir al frente del Teatro, como un símbolo de fusiones culturales, pero la magnífica obra realizada en bronce no llegó a tiempo.

   No obstante, el ministro Rodríguez, al aprobar la movilización de la fuente manifestó: “El Ministerio de Cultura no tiene fondos para el traslado… pero hay que ponerla en el sitio que le corresponde… hagan el esfuerzo”.

   Ahí está. Una obra maestra que se mantenía arrinconada, impercibible, hoy preside el Teatro con los muchos méritos que tiene, pues la fuente está coronada por Euterpe, la musa que representa la música, quien tañe la lira. Cuatro  náyades sentadas sobre conchas marinas escuchan absortas entre ricas figuras simbólicas.

   Ojalá se trate del inicio de valorizaciones justas y necesarias, y del nacimiento de un concepto de “mantenimiento”.

   Falta que nos agobia. Nos cuesta y nos duele.

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