En el tránsito del exilio

En el tránsito del exilio

UBALDO GUZMAN MOLINA
Miles de dominicanos tienen pocos motivos, al margen de los vínculos familiares y razones de edad y salud, para permanecer en el país, fruto de la desesperación y la desesperanza en que viven. Esta democracia, cuyo proceso de transición lleva más de cuarenta años, ha resultado una farsa, pues sólo ha servido para enriquecer a una manada de políticos corruptos. Las decenas de miles de dominicanos que arriesgan su vida cada año en las embravecidas aguas del Canal de la Mona y los que utilizan otros países como puente para llegar a Estados Unidos en busca de un mejor futuro, amén de los jóvenes que quieren echar raíces en otras latitudes, son una expresión de las condiciones materiales de existencia de una nación de profundas desigualdades.

Siempre he creído un desperdicio de dinero que el Estado impida, a través de la Marina de Guerra, que los criollos puedan llegar a Puerto Rico. Esa labor le debe corresponder a Estados Unidos. Lo mismo es válido con los haitianos que entran al país por la frontera.

Todos los gobiernos llegan con un saco de promesas y planes al poder, pero pocas son cumplidas. Uno y otro es más de lo mismo. Se abandonan principios e ideales. Sólo lo que cambia es el color del partido. Ninguno piensa en el país, sino en intereses grupales y el enriquecimiento de una camada de dirigentes políticos.

Los 22 años del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), doce años del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y siete años del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) no han podido resolver el problema eléctrico, por citar un solo ejemplo.

Los dominicanos tenemos que pagar una electricidad cara y deficiente. Se prometió que bajarían algunos productos con  la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (DR-CAFTA), pero eso no se ha cumplido.

La población se ve obligada a pagar impuestos por todo, pero no recibe nada a cambio. La clase media no puede enviar sus hijos a las escuelas públicas ni a los hospitales. Las avenidas y las calles están llenas de hoyos, y cuando llueve, debido a la falta de drenaje, la ciudad se convierte en un lago.

La justicia, que chorrea de corrupción, es implacable con los pobres, pero benigna con los poderosos. Expedientes bien fundamentados contra los ricos se caen, porque la justicia se vende al mejor postor o es timorata al actuar.

La República Dominicana sigue siendo un país inseguro, a pesar de lo que dice la Policía. En cualquier localidad del país, nadie puede caminar sin miedo, pues puede ser atracado o asesinado en la mayor impunidad. Los rateros salen de una vez de la cárcel o el cuartel, debido a un Código Procesal Penal, copiado de otra nación, que favorece a los delincuentes.

Esta sociedad está hecha para que triunfe el que tiene menos valores éticos y el inescrupuloso. El que es serio y joven sólo tiene el camino del exilio económico y buscar un destino diferente en otra sociedad en que las reglas estén claras y el futuro sea menos incierto.

Los resultados de la última encuesta Gallup-HOY, según los cuales el 57% de los dominicanos está dispuesto a irse del país, reafirma todo lo anterior.

En conclusión, la República Dominicana, que tuvo un nacimiento anormal en 1844, no ha podido superar problemas básicos de salud, educación, seguridad social, electricidad y suministro de agua potable. ¿Se puede tener alguna esperanza en un país así? No.

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