En el umbral de una nueva era

En el umbral de una nueva era

El pasado martes 20, el mundo siguió paso a paso el acto de  juramentación del 44 presidente norteamericano que llegaba a la cima del poder, aupado por el más asombroso entusiasmo y apoyo popular que político alguno hubiese concitado en los pasados 60 años, con excepción de lo que logró Mahatma Gandhi en la India con sus memorables ayunos en la década del 40 del siglo pasado o los discursos maratónicos de Fidel Castro allá por el 1959.

La juramentación fue la culminación de un proceso, que se inició en el otoño del 1991, cuando se derrumbó definitivamente el imperio soviético. Estados Unidos se consolidó ante el mundo como la única potencia unipolar, que sería el amo de todos los terráqueos, en un proceso de libre mercado y un capitalismo salvaje, que con consecuencias nefastas, estalló finalmente el año pasado.

Barack Obama asumió el poder norteamericano respaldado por las esperanzas de todo el planeta, que indudablemente busca recuperarse de los graves problemas financieros que han derrumbado a casi todas las economías mundiales con el cierre y quiebra de empresas que  otrora eran emblemáticas del capitalismo, la pérdida de empleo de millones de personas y la incertidumbre frente a las perspectivas de un incierto porvenir.

El discurso de asunción de Obama fue denso y esperanzador. Sus palabras en cada párrafo encerraban un mensaje de obligaciones y decisiones que iban, desde hacerle ver al gobierno saliente de Bush sus graves errores, hasta dejar establecido bien claro a aquellos países rivales que si abrían el puño del odio tendrían la mano abierta norteamericana para trabajar unidos.

Obama fue muy propositivo para hacerle ver al mundo que no todo está perdido y que hay un largo camino por delante para frenar el deterioro de la vida en el planeta, por el daño al medio ambiente. Así como buscar innovadoras alternativas que frene la descomposición moral de la humanidad. Al mismo tiempo dio a entender, que así como George Washington, en las heladas aguas del río Delaware supo enardecer a los patriotas norteamericanos para hacerle frente a los ingleses en la campaña de la independencia y triunfar, por igual se elevaría a la humanidad sobre sus actuales errores pero con mejores regulaciones que no deje espacio para el capitalismo salvaje que precipitó la crisis del consumismo desmedido y ostentador.

El flamante presidente negro ha insuflado esperanzas a su pueblo. Y por consecuencia al mundo, ya que si la economía mundial iba creciendo galopantemente en el lapso de 1992 hasta el 2007 fue impulsado por la enorme demanda que brotaba en Estados Unidos y demás países capitalistas.

Esa demanda capitalista de Norteamérica y Europa estimuló el crecimiento y las producciones industriales de países como China y la India, frenadas en su asombroso desarrollo, pero con el potencial para salir adelante en breve plazo.

La avaricia y maniobras dolosas de los magnates capitalistas le han entregado a Obama una sociedad vacilante y temerosa de su porvenir. Se necesitaba de la inteligencia y bríos de un joven político para sacudirla de su pesimismo y hacerle ver que hay por delante un mundo de desafíos y oportunidades para hacer brotar una nueva sociedad. Ojalá que no nos defraude.

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