En entierro largo nadie sabe los últimos en cargar el muerto

En entierro largo nadie sabe los últimos en cargar el muerto

Durante la transición, luego de Don Antonio Guzmán haber sido proclamado ganador de las elecciones de 1978, realizó visitas a varios lugares del país. Uno de ellos fue mi ciudad natal Salcedo, donde luego de varias actividades, la familia Fernández Mirabal con quienes tenía una gran amistad, le ofreció un refrigerio en su casa. Allí pudo compartir con muchas personas invitadas a dicho evento, pero como suele suceder con los candidatos, sobre todo con los ganadores, se colaron varias personas en busca de ponerse donde el capitán los viera.
En medio de los saludos y las conversaciones, uno de esos visitantes colados, queriendo ser simpático, abordó a Don Antonio diciéndole que como la zona del Cibao había sido tan determinante en su triunfo, era de suponer que él nombraría en su gobierno a mucha gente de esas localidades, a quienes seguro había seleccionado, y que si los podía mencionar.
Ante tal intervención, Don Antonio se quedó callado, pero Fellito Hernández que me acompañaba junto a otros amigos, tomó la palabra y le dijo: “Don Antonio, dígale a este ciudadano, que cuando hay un entierro largo nadie sabe quienes serán los últimos en cargar el muerto.”
Como percibí que a Don Antonio le había sorprendido tanto la intervención imprudente del visitante como la respuesta de Fellito, aproveché para presentarlo, expresándole que era dirigente del Partido Revolucionario Social Cristiano (ya desaparecido), al igual que el profesor Domingo Medina y Juan Brito, en ese entonces reportero de El Nacional en esa provincia.
De Fellito le agregué que era hermano de la profesora de generaciones Juanita Hernández, buen ebanista y propietario de un taller de fabricación de ataúdes. Y cuando terminé de presentarlo, Don Antonio sonrió y dijo: por lo que veo, de entierros, ataúdes y muertos Fellito tiene una gran experiencia, así que, explíqueme eso de los entierros largos.
Entonces Fellito le contestó que muchos entierros se hacen a pié, cargando el féretro a pulso hasta llegar al cementerio, en algunos casos pasando por la iglesia. Pero cuando el trayecto es muy largo, unos se van cansando, otros los auxilian y muchos se agregan al final. Así que, nadie sabe quienes son los últimos en cargar el muerto. Terminó la conversación y Don Antonio continuó el recorrido.
Pero tiempo después, en un acto del CEA, ya siendo Don Antonio presidente de la República, me preguntó por Fellito y habló de las muchas cosas que se aprende de la sabiduría popular, porque en esa ocasión que visitó a Salcedo, no habían pasado por su mente muchas de las personas que formaban parte de su gabinete.
Esa anécdota ocurrida hace tiempo, pero aplicada a la situación actual, podría enseñar que, con tantos partidos y movimientos aliados al PLD, como dirigentes de la propia organización aspirando, en este largo período de transición, probablemente exista tanta gente queriendo cargar el ataúd, que como decía Fellito, nadie sabe al final a quienes les tocará el turno. Lógicamente en referencia a ocupar cargos gubernamentales.

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