En esencia, todo sigue igual

En esencia, todo sigue igual

BIENVENIDO ÁLVAREZ-VEGA
Tengo la convicción de que la mayoría de los dominicanos sabe que la exclusión social, la pobreza y la marginación no responden a designios divinos. Es decir, que no se es pobre o indigente porque alguien en los cielos decretó que esa persona o ese conglomerado de personas debe vivir y convivir en condiciones miserables, sin las condiciones mínimas de una vida decente.

Doy por sentado que hoy no existe esta visión mágica de la vida. Creo, por el contrario, que cada vez son más las personas que saben, a ciencia y conciencia, que su pobreza, su marginalidad y su exclusión responden a las consecuencias de unas políticas públicas cuando menos erráticas o, como creo yo, conscientemente diseñadas para beneficiar a unos grupos que, contrario a lo que suele creerse, no siempre son las élites tradicionales.

Por eso hemos de reiterar que la República Dominicana de nuestros tiempos necesita de políticos y gobernantes diferentes a los que tenemos. Se necesitan políticos y gobernantes seria, inteligente e ideológicamente comprometidos con el bienestar de todos, de absolutamente todos los dominicanos. Cuando esto ocurra, entonces tendremos en el Palacio Nacional y en las otras instancias públicas, incluidos el Congreso Nacional y los ayuntamientos, a gente interesada en trabajar para mejorar la vida de sus electores.

Pero para que no se crea que estas afirmaciones son caprichosas o políticamente prejuiciadas, vamos a ver algunas informaciones que nos dejan dicho que estos lodos de hoy son derivaciones de unas políticas públicas que se han mantenido por lo menos a lo largo de los últimos 45 años.

La concentración de los ingresos del país, con su corolario la concentración de la riqueza, es para mí un elemento clave para observar, de un solo vistazo, qué ha pasado y para quien o quienes se ha gobernado. La encuesta de presupuestos familiares elaborada por el Banco Central durante el período 1969-1970 estableció que justo el 50% de la población dominicana recibía ingresos mensuales hasta 50 pesos, rango que quedaba por debajo de lo que entonces se consideraba la «línea de la pobreza». A este 50% de la población le tocaba el 13% de los ingresos totales del país.

En el otro extremo de la estratificación social derivada del estudio (entonces eran cuatro grandes grupos sociales) estaba el 6.18% de la población, que recibía más de 300 pesos mensuales. Este grupo del 6.18% de los dominicanos absorbía el 43% de los ingresos del país.

A este fenómeno los economistas y los sociólogos le llaman concentración de la riqueza. En este caso específico, esto quiere decir que poco más del 6% de la población recibía más ingresos que casi todo el 94% de los dominicanos. A propósito, un estudio de la Oficina Nacional de Planificación de la época comentaba sobre el particular lo siguiente:

«…La distribución del ingreso disponible de la población total muestra una fuerte concentración del ingreso en pocas manos, a la par que una gran parte de la población tiene que recurrir obligadamente al endeudamiento y a la reducción de sus niveles de consumo y de vida, porque sus ingresos son insuficientes para cubrir sus necesidades».

Pero, ¿qué está pasando ahora, 37 años después? Un estudio reciente del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, del 2002, nos levanta de los asientos con estas escalofriantes cifras: en 1986, el 10% más rico de la población recibía el 44% de los ingresos nacionales, y el 10% más pobre, poquísimo más del 1% de esos ingresos. Pero más todavía: en 1998, el 10% de la población concentraba el 38.4% de los ingresos totales de la nación, y el 1% más pobre, que había mejorado un chin en esos 12 años, percibía el 1.7% del total.

De los expertos hemos aprendido que está demostrado que la concentración de los ingresos o de las riquezas conduce, necesariamente, hacia la concentración de los activos o bienes y a la concentración de lo que hoy se llama capital o recursos humanos. También tiene otras derivaciones en términos de salud, educación, servicios, agua potable, ocio, calidad de vida y, por supuesto, expectativas de vida.

En conclusión, para nosotros está claro que en los últimos 45 años nada se ha hecho para cambiar esta realidad. Es evidente que las políticas pensadas y diseñadas en el Palacio de gobierno y en el Congreso Nacional han estado dirigidas a preservar y acrecentar esta perniciosa asimetría, matriz de muchas otras asimetrías sociales y económicas.

bavegado@yahoo.com

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