Jeremías según la Biblia, nació en una ciudad judía en el año 650 antes de Cristo, bastante cercana a Jerusalén. Pertenecía a la tribu de Benjamín donde se inicio en las celebraciones litúrgicas. Aunque se mantuvo ligado al templo de Jerusalén, la mayor parte de su tiempo lo pasaba en cuestiones ligadas a la agricultura y con gente del campo. Se preocupaba por las sequías, las siembras y cosechas.
Su llamado de Dios se produjo siendo muy pequeño. Incluso él mismo revela que fue desde el vientre de su madre. Pero se inició como profeta ante Judá, en medio de grandes disturbios y turbulencias políticas de la época. Su ministerio duró aproximadamente 40 años.
Jeremías fue el más grande de los profetas de su tiempo. Supo ser testigo del amor de Dios hacia su pueblo Israel. Y su ministerio se podría dividir en cuatro etapas: La primera desde el inicio de su vocación (627-626 a. c.) que comprende la reforma del Rey Josías (621 a. c.). La segunda bajo el reinado de Joaquín (626-597 a. c.). La tercera bajo Sedecías (597-586 a. c.). Y la cuarta era, bajo el reinado de Godolías (586) hasta que murió.
La primera, durante el gobierno de Josías, se dedicó a predicar sobre la conversión interna. Porque en ese periodo la religiosidad en Judá era muy baja. Precisamente en ese periodo el joven rey realizó algunas reformas que Jeremías apoyó. Bajo el lema de que debía producirse una alianza de amor entre Dios y su pueblo como si se tratara de una relación matrimonial.
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Bajo el reinado de Joaquín, se produjo la segunda, ya que la reforma propiciada por Josías fue olvidada, y el pueblo cayó en la idolatría. Jeremías denunció los males llegando a enfrentar la persecución.
La tercera era fue bajo el reinado de Sedecías. En ese tiempo tuvo lugar la rebelión de Jerusalén contra Babilonia. Jeremías aconsejaba la sumisión de Israel ante Babilonia como forma de salvar el reino. Pero la persecución contra él acrecentó, incluso con posibilidades de perder la vida.
La cuarta y última era de su vida se produjo durante el reinado de Golodías. En esta etapa amenazaba la invasión de Nabucodonosor, rey de Babilonia y Jeremías acentuó su llamado a evitar el desastre ante la sumisión como única manera según él de salvar su pueblo.
Analizando este gran profeta en estos tiempos, se me ocurrieron algunas frases del libro sagrado haciendo referencia a Jeremía. «El Señor me dijo: Desde el norte se derramará la desgracia sobre todos los habitantes de la tierra”. “Pues aquí estoy yo para convocar a todos los reinos del norte”, dice el Señor. “Vendrán y pondrán cada uno su sede ante las puertas de Jerusalén, alrededor de sus muros y ante todas las ciudades de Judá”. «Y yo pronunciaré mis sentencias contra ellas, contra toda su malicia, porque me han abandonado para quemar incienso a dioses extraños, para postrarse ante la obra de sus manos”. “Pero tú, cíñete la cintura, levántate para decirles todo lo que yo te ordene”. “No tiembles ante ellos, no sea que te haga yo temblar en su presencia”.