En países del centro y norte de Europa se está recurriendo a la ceniza como alternativa a la sal para derretir la nieve y así mantener accesibles las vías de tránsito de personas o vehículos, sin hacer mayores daños al suelo.
Las cenizas que quedan tras quemar leña en el fuego son tan eficientes como la sal para bajar el grado de congelación de la nieve y forzarla a derretirse. En realidad, cualquier elemento que incorporemos a una capa de nieve ayudará a alterar su temperatura y forzar a su descongelación. El reto radica en elegir un material barato, de fácil transporte y manipulación y que no provoque daños medioambientales.
Según Fernando Garrido, científico titular del departamento de Geología del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, en España, la sal no provoca un importante problema medioambiental, debido a que su uso es muy puntual a lo largo del año, y suele acotarse a las carreteras, pistas aeroportuarias y vías públicas. Salvo que se usara la sal en un área de valor ecológico, con vegetación o fauna en peligro de extinción, la sal no produciría un daño irreversible.
En este tipo de zonas es más recomendable el uso de cenizas, que se esparcen de la misma manera que se hace con la sal. También en países como Alemania se utiliza gravilla o arena. El problema radica en que el suelo absorbe la sal que queda tras fundirse la nieve, y el sodio es capaz de alterar los nutrientes y de afectar la capacidad de la tierra de absorber los mismos, lo que impactaría sobre el crecimiento de las plantas.
Otro perjuicio que crea la sal en las superficies de suelo natural es que mengua su permeabilidad. Únicamente en determinadas áreas de la costa mediterránea española la flora se ha adaptado a los suelos salinos.
Estas cuestiones no son relevantes en la calzada de las ciudades ni los pavimentos, salvo que se trate de un uso muy persistente de sal en zonas de carreteras que transcurran en medio de entornos naturales protegidos.
Las cenizas, al contrario de lo que ocurre con la sal, no dejan residuos en las superficies en las que se esparcen, son bien asimiladas en distintos suelos y no dañan los neumáticos con la corrosión que sí ejerce el cloruro sódico. Además, crean un mayor agarre de las ruedas a la nieve, facilitando la tracción.
El diario español El Economista publica un trabajo sobre el tema tras el temporal Filomena haber dejado colapsadas a ciudades como Madrid.
El Ayuntamiento de Madrid ha estimado en cientos de millones de euros los daños y pérdidas causados por el temporal Filomena, lo que llevará a la capital a solicitar este jueves la declaración de zona catastrófica.
El primer edil ha elevado hasta 1.500 el número de calles que están hábiles para la circulación.
“Se han constatado graves daños que ascienden a cientos de millones de euros producidos por el temporal de nieve Filomena”, afirmó el primer edil de la capital.
Los técnicos tenían pensado finalizar los informes con la evaluación general de los daños, según había anunciado a mediodía de ayer.