En exilio, Mir denuncia el despojo y la opresión

En exilio, Mir denuncia el despojo y la opresión

La represión lo asfixiaba, no soportó las cadenas a la libertad que ahogaban en un pozo su poesía. Se marchó, pero no se iba solo, llevaba “muchedumbres infinitas en las venas”, se fue a Cuba arrastrando consigo el dolor desgarrante de su pueblo, enterrado en un país que no merecía el nombre de país “sino de tumba, féretro, hueco o sepultura”.

Y desde su exilio habanero, el poeta social dominicano habló por todos. Pedro Mir ya no era él, poco importaban sus propios sueños. Desterró el yo, la singularidad, para hablar en plural, consustanciándose con su país, donde decenios después vería enseñorearse el individualismo, resquebrarse la solidaridad, esfumarse las utopías que nutren la esperanza.

Convertido en la voz doliente de su pueblo denunció la  opresiva realidad nacional  de los años 40 en su poema “Hay un país en el mundo”, testimonio vibrante, un mentís a la propaganda trujillista de bienestar y progreso.

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