Richard Lapper y Adam Thomson
En lo alto de las montañas, sobre las playas de Acapulco en la costa mexicana del Pacífico, soldados fuertemente armados están hasta la altura del pecho dentro de un campo de amapolas rojas, moradas y blancas las plantas usadas para hacer heroína.
Un grupo ha hecho un fuego grande en medio del claro mientras los otros trabajan laboriosamente arrancando las plantas una a una, formando montones para lanzarlas al fuego del que sale un montón de humo.
La operación forma parte de la tentativa más grande en México hasta ahora de interrumpir un negocio que ha crecido fuera de toda proporción en los últimos años. Según fuentes militares, las colinas alrededor de Acapulco acogen cerca de 75 por ciento de la heroína que se produce en México. El general Eduardo Zarate, del ejército mexicano, dice que operaciones de este tipo ayudaron a destruir aproximadamente 7,000 hectáreas de amapola solo en 2007.
La experiencia de Zarate no es excepcional. Desde la frontera septentrional de México, atravesando América Central, cruzando los Andes y bajando por las selvas tropicales de Bolivia, Latinoamérica proporciona incontables ejemplos de cómo la política antinarcóticos, financiada con US$1,000 millones de los contribuyentes, ha fallado en lograr un impacto significativo o duradero
Hay que admitir que ha habido algunos éxitos ejemplares a corto plazo. Bolivia, por ejemplo, redujo la tierra sembrada de coca, de 48,100 hectáreas en 1996 a 19,600 hectáreas en 2000. Muchos granjeros fueron persuadidos exitosamente de cultivar cosechas alternativas tales como plátanos y palmito.
Colombia, la fuente de aproximadamente 90 por ciento de la cocaína que llega a Estados Unidos, ha recibido más que $5,000 millones en apoyo antidrogas de Washington desde el 2000. Miles de hectáreas han salido de la producción de coca a través de una amplia campaña de fumigación aérea.
Recientemente, el progreso viene por otra área. Desde que Felipe Calderón asumió el cargo de presidente de México, las redes de distribución de coca, que en un 90 por ciento se producía en los Andes y cruzaba por los pasos de México y América Central hacia Estados Unidos, donde proporciona ingresos a pandillas criminales, han sido interrumpidas. Docenas de jefes de drogas han sido extraditados a Estados Unidos para enfrentar juicio.
Un informe reciente del comité congresual de Estados Unidos se jacta del ataque de algunas toneladas 23.5m de cocaína en el pueblo de Manzanillo, diciendo que es el solo más grande jamás registrado. Calderón ha impuesto también nuevos controles en la importación de pseudoephedrine, un ingrediente clave en la producción de metanfetamina, un narcótico sintético.
Los funcionarios estadounidenses han lanzado estos éxitos como prueba de que la marea finalmente gira en su favor después de dos décadas de lucha contra la droga. La disminución en el suministro de cocaína y drogas sintéticas ha llevado a una oleada en precios. Hace pocos meses John Walters, el zar de drogas de Casa Blanca, dijo que los precios de cocaína habían aumentado el 44 por ciento en los primeros nueve meses de 2007, y la pureza de esas drogas que fueron vendidas cayó por el 15 por ciento. Había escasez de cocaína en 37 ciudades de Estados Unidos
Ciertamente, es precisamente la escala de este avance lo que ha animado a que la lucha antidroga extienda sus esfuerzos. El año pasado, en una reunión con el presidente Calderón en la ciudad mexicana de Mérida, el presidente Bush aceptó comprometerse a ayudar a México con fondos a largo plazo para combatir la droga, lanzando un plan por valor de $1.4 mil millones, con un desembolso de $500 millones este 2008, sujeto a la aprobación por el Congreso. Los funcionarios de Estados Unidos están interesados en extender el rociado aéreo a Afganistán, el principal productor de opio del mundo.
Pero mire atentamente las cifras y los avances parecerán menos impresionantes. Primero, se ha demostrado que son difíciles de mantener. Las estadísticas varían pero algunas fuentes muestran la coca aumentando su producción otra vez en Bolivia y Perú. En Colombia, la industria de cocaína ha sido notablemente resistente. Aunque la tierra dedicada a ello cayó de más de 169,800 hectáreas en 2001 a 144,000 hectáreas en 2005, había subido a 157,200 hectáreas a finales de 2006, a pesar de niveles sin precedentes de rociado aéreo y de grandes extensiones de erradicación manual. Cuando el boom empezó en los años noventa, se sembraba principalmente en plantaciones grandes en apenas tres de los 32 departamentos de Colombia, ahora la cosecha está en 23 departamentos y es encontrada en gran parte de los pequeños terrenos de menos de tres hectáreas.
Los críticos de la política estadounidense sugieren que los granjeros simplemente se han hecho más expertos en enfrentar la fumigación. Por ejemplo, siembran las variedades de hoja de coca de más alto rendimiento o mezclar plantas de coca con cosechas legales, que lo hace más difícil de discernir. La gente se adapta. Esconden mejor la coca. Replantan en otra parte. Han aprendido a vivir con la fumigación dice Adán Isaacson, un especialista colombiano en el Centro para Política Internacional con sede en Washington.
Los críticos señalan que esa fumigación aísla poblaciones locales y al producir escasez, hace la siembra de esta cosecha más atractiva económicamente. Si es exitosa a corto plazo, la erradicación sube los precios de puesto en granja, haciendo más provechoso para los granjeros continuar el cultivo y los engatusando a otros para que se le unan, dice un periódico reciente del Consorcio Internacional de la Política de la Droga, una red de las organizaciones no gubernamentales que se especializan en uso de las drogas.
Verdaderamente, la introducción de métodos manuales más lentos – que ha aumentado más que cinco veces desde 2004 – es un reconocimiento implícito de este fracaso. El fracaso total de campañas de fumigación para reducir la producción de coca ha incitado a un cambio en la estrategia. El gobierno se ha visto forzado a reevaluar su enfoque, dice Alfredo Rangel, director de la Fundación Seguridad y la Democracia, un comité de expertos de Santafé de Bogotá.
El progreso en alejar a los granjeros de la coca y acercarlos a las cosechas legales a menudo ha sido de corta duración. En parte, esto se debe a que las áreas donde la droga se cultiva son remotas y tienen pocas facilidades de transporte hacia los mercados. En Colombia, el desarrollo rural ha desempeñado un papel secundario en la erradicación. Es una prioridad secundaria a lo más, dice John Walsh, especialista en la política de drogas de la Oficina de Washington en Latinoamérica, una organización de los derechos humanos. El financiamiento para estos programas es demasiado pequeño y muy esporádico.
Además, algunos cuestionan la confianza oficial en los precios, sugiriendo que los han subido con frecuencia en el pasado sólo para regresar a un descenso inexorable a largo plazo. Nosotros no hemos tenido efecto alguno en la cantidad de cocaína que llega a Estados Unidos, dice Isaacson.
La evidencia de Iberoamérica parece sugerir que un programa enfocando a suprimir el suministro no puede trabajar por tanto tiempo cuando crece la demanda. En México, por ejemplo, José Reveles, un experto de drogas y columnista del periódico El Financiero en México D.F., duda que la estrategia de Calderón pueda lograr los resultados deseados a largo plazo porque se basa en gran parte en lo que él describe como una política anti narcótico equivocada que se propone erradicar el comercio en la fuente en lugar de dirigirse a erradicar el consumo.
Lo que eso significa para el futuro es un tipo de efecto de altas y bajas en que la supresión de la producción en un área lleva simplemente a un resurgimiento casi simultáneo en otra o, peor, en una nueva región con todo el daño ecológico y la violencia potencial que trae consigo. Como lo dice Reveles: Si la demanda existe también lo hace la oferta. Esa es la primera lección que usted aprende en economía.
Bernanke tiene que testificar desde una plataforma inestable
Se espera que la inflación de los precios de los productores para diciembre aumentará 7.2 por ciento y para noviembre un 7.6 por ciento.
Por Chris Flood
Las crecientes presiones inflacionarias y el deterioro en la perspectiva de gastos del consumidor dominarán esta la salida de data de semana y le darán un trasfondo incómodo al testimonio que ofrecerá de Ben Bernanke este jueves en el Congreso.
El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos ha dicho que «la acción sustantiva adicional» puede ser tomada por los formuladotes de políticas para apoyar el crecimiento, pero es improbable que alivie los temores de una recesión de Estados Unidos.
El pronóstico consensuado es que el crecimiento medido anualmente disminuya de 3.9 por ciento en noviembre al 3.2 por ciento. Se espera que la medida general que excluye las ventas de gasolina y automóviles esté aún más débil.
También se espera que la inflación de los precios de los productores para diciembre aumentará 7.2 por ciento y para noviembre un 7.6 por ciento.
Se espera que la inflación del precio al consumidor de mañana miércoles para diciembre muestre la medida tope que tranquilice, de 4.3 por ciento en noviembre a 4.1 por ciento. Pero se prevé que el CPI (índice de precios al consumidor) general aumente de 2.3 por ciento a 2.4 por ciento.
Este momentum de deterioro en la economía será ilustrado el miércoles por la producción industrial de diciembre, cuyo crecimiento de año a año se espera disminuya de 2.1 por ciento en noviembre a 1.4 por ciento. También este miércoles el Libro Beige, proveerá evidencia adicional de la ralentización del crecimiento.
Contragolpe de contabiolidad
La idea de que las cuentas representan la verdad divertiría a muchos inversionistas. Todavía, incluso lectores fanáticos de los informes anuales habrían luchado por predecir la exposición de bancos a descomposición financiera tales como vehículos estructurados de inversión, pagos de deuda colaterales y conductos. Citigroup estima que los bancos europeos podrían ver un crecimiento involuntario de 450 mil millones en activos mientras la actividad de la hoja fuera de balance (cuentas de orden) se consolida en sus cuentas.
La Junta Internacional de Estándares de Contabilidad (International Accounting Standards Board), con la bendición de quienes establecen los estándares, está considerando cómo capturar la actividad de las cuentas de ordem (off-balance sheet). Una idea es publicar una hoja de balance paralela en forma de nota al pie de página. Esto detallaría la exposición de vehículos no consolidados, junto a un análisis de sensitividad.
Hay algunos argumentos válidos para esto. La adecuación de las reglas de capital, a diferencia de las cuentas, a menudo definen los activos tomando en cuenta compromisos contingentes para extender préstamos a los clientes.
Pero no sabemos cuánto puede ayudar esto. Los límites entre la hoja en balance y la hoja fuera de balance pueden ser difíciles de notar. Muchos bancos prefirieron causar SIV en sus libros para evitar dañar su reputación. Incluso cuando las cuentas revelan claramente los riesgos – como en el caso de Northern Rock puede que a los inversionistas no les interese.
Lo que es más, la complejidad es un problema inmenso.
Algunos ejecutivos bancarios piensan que una nota a pie de página de la hoja paralela podría tener 100 páginas. La crisis de subprime ha demostrado que aún cuando todo esté consignado en los estados de cuenta, a menudo es incomprensible.
Todo esto sugiere que las fuerzas del mercado pueden ser la clave para poder entender esas hojas de balance. Ya muchos bancos europeos planean ser voluntarios para adoptar la práctica de Estados Unidos de desglosar los estados de cuenta por la técnica de valoración utilizada. Dado que el sector comercia en una proporción precio/ganancias de un solo dígito, hay incentivos para convencer a los inversionistas de que las ganancias no se construyen en arena movediza.
VERSIÓN AL ESPAÑOL DE MIRIAM VELIZ