En Italia se puede vivir como en la Edad de Hierro

En Italia se puede vivir como en la Edad de Hierro

El secreto es instalarse por algunos días en un centro de Arqueología Experimental de los varios que existen en Italia bajo el lema “Vivir la historia para comprenderla”, y cuyos objetivos son también la verificación de teorías históricas, la experimentación cuando no existen datos ciertos y la demostración práctica de las técnicas antiguas.

“Antiquitates Etruschi Vivi”, localizado en la campiña de Civitella Cesi, a unos 80 kilómetros de Roma, es uno de ellos. La zona estuvo antiguamente habitada por los etruscos, un pueblo que se desarrolló en Italia central entre los siglos VIII y VII a.C. y el III a.C., cuando fueron derrotados por los romanos.

Aunque mantiene una estrecha colaboración con el departamento de Ciencias del Mundo Antiguo de la Universidad de Viterbo y con sus profesores, que dictan cursos en el centro, “Antiquitates” surgió de la pasión de un autodidacta, Angelo Bartoli, que le dedica toda su vida, participando y organizando seminarios, congresos y exposiciones con otras decenas de amantes de la arqueología experimental de toda Europa.

En efecto, “Antiquitates” forma parte de EXARC (European Exchange on Arqueological Research and Communication), una asociación de Museos al Aire Libre o centros experimentales que realizan exposiciones prácticas en toda Europa sobre cómo se vivía en las comunidades antiguas del Viejo Continente.

“Antiquitates” ha reproducido en Civitella Cesi un pequeño villorrio de la Edad de Hierro, con cabañas de ramas de forma circular y rectangular. Las cabañas se usan también como alojamiento para quienes gusten de una inmersión completa en el mundo antiguo, aunque gozan de algunas comodidades, como calefacción y literas de madera.

Las casas fueron construidas con la técnica que se supone usaron los antiguos, ya que no han quedado muchos restos de construcciones de la Edad del Hierro, a excepción de las necrópolis etruscas, que se conservaron por haber estado bajo tierra, y de los edificios romanos posteriores hechos de piedra y mármol.

Estas cabañas circulares y sin ventanas, enteramente hechas de leños y ramas de un arbusto de la zona llamado ginestra, están en pie gracias a cuatro palos altos que se apoyan en el suelo. Para reunir el material de construcción se necesitaron 10 personas durante siete días, mientras que en la construcción trabajaron siete personas durante ocho días. Reproduciéndolas hemos comprobado que estas casas no duraban más de cinco o seis años”, dice Bartoli a dpa, poniéndole tiempos a lo que en el pasado podía significar la construcción y duración de una vivienda.

“Los antiguos usaban para afeitarse una navaja que ellos mismos fabricaban. Una de forma de cuchilla, la otra casi con la forma de lo que hoy sería una ‘Gillette’ pero más grande. El metal se fundía a más de 1.100º C de temperatura y luego, si era bronce, era volcado en moldes labrados en la piedra. Si se trataba de hierro, un metal más duro, era forjado a golpes como todavía hoy hacen los herreros. El método era igual para las espadas, las hachas, los cuchillos”, explica Bartoli mostrando las armas hechas en el horno de metales de “Antiquitates”.

Mientras en un pequeño molino casero de piedra se puede ver cómo del grano de trigo sale la harina después de algunas pasadas, en un torno a pedal se ve trabajar la arcilla que luego será cocida en los hornos para cerámica.

El horno del vidrio necesita 1.200º C de temperatura, señala Bartoli. El vidrio era considerado algo precioso y los antiguos lo trabajaban con largas pinzas metálicas muy lentamente, cuando estaba aún caliente y transformado casi en una pasta, y lo enrollaban en ampollas de arcilla.

Luego era temperado, es decir, colocado en otro horno donde lentamente se le disminuía la temperatura. El molde arcilloso se rompía dejando impecable la ampolla de vidrio, lista para los perfumes y ungüentos que gustaban a las mujeres, ilustra.

[b]Artes y gastronomía[/b]

“Pero en ‘Antiquitates’ también se pueden aprender las técnicas de la pintura antigua y del mosaico, el curtido de cuero, la confección de tejidos y la fabricación de perfumes. Los pétalos de rosa, la lavanda, el ginebro, se dejaban macerar por cinco o seis meses en aceite. Luego se exprimían con una prensa de madera” explica el experto. Y lo que salía de la prensa era el perfume más exquisito, como los que adoraba Cleopatra.

¿Qué comían los hombres de la Edad de Hierro en la península itálica? Garum, una salsa de pescado, miel, aceite de oliva, hierbas silvestres como la achicoria, castañas, habas, lentejas y garbanzos, entre otras cosas, además de lo que podían cazar, indica Bartoli, recordando que en el centro también se enseña cómo preparar algunos platos de los antiguos romanos.

Localizado en una zona rica en restos arqueológicos etruscos como los de San Giovenale, los programas del centro experimental incluyen asimismo paseos arqueológicos a caballo.

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