En la búsqueda de un nuevo político

En la búsqueda de un nuevo político

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Los dominicanos ya estamos cansados de la clase política que ha disfrutado del poder en los pasados 46 años, sus hechos y ambiciones están plasmados en actos de latrocinio y de incapacidades, que han impedido el desarrollo armónico de la nación con una disminución considerable de las injusticias y de la pobreza. En cambio, se ha acentuado el abismo que separa a los pobres de los más opulentos, y detentadores, por diversas vías, de los recursos nacionales y de su riqueza.

El grito de monseñor Flores el pasado Día de Las Mercedes, que hirió a la sensible piel de los políticos, en que todos denegaron que era alguno de ellos a quien se refería el prelado católico, fue un desesperado clamor de millones de dominicanos que, indefensos, tienen que aceptar las maquinarias políticas con sus gentes con más de lo mismo, como diría un conocido sacerdote católico, para continuar engañando con sus promesas y propósitos de enmienda a una nación que bien se merece otro destino, después que supo sacudirse del yugo de la férrea dictadura de Trujillo, que por 31 años sometió al país a su voluntad tiránica.

De ahí que tímidamente se escuchan voces, que se elevan con más responsabilidad, para oponerse al acostumbrado rosario de promesas que emiten los políticos, aspirantes a los cargos enquistados en los partidos tradicionales, esperando embaucar una vez más al país, sin saber que si el ciudadano común cumple con sus obligaciones de acudir a votar, es por un acendrado convencimiento de que solo por esa vía podría llegar algún día al gobierno un político que garantice una administración pulcra de los recursos, que a raudales, inundan hoy en día las arcas fiscales.

El pueblo espera alguna opción refrescante y honesta, que por la calidad del contenido de sus opiniones e ideas como diría Miguel D. Mena, pudiera atraerse a toda una masa de dominicanos que anhela vivir en este territorio, sin los temores de que cada día su vida corre más peligro o vea diluirse los impuestos que paga, cuando son malgastados y robados por quienes fueron apoyados para administrarlos pulcramente. Pero en un acendrado y arraigado afán de lucro, lo desvían para sus fortunas personales, empobreciendo al Estado y por ende al país.

De ahí que de tiempo en tiempo, surgen algunos bien intencionados políticos que aspiran a llenar el espacio, como se llama ahora, de la cuarta vía, pero sus esfuerzos tropiezan con un valladar de intereses y de pasiones típicas de los dominicanos; por tanto la calidad del contenido de sus opiniones se pierden en medio de un clientelismo apabullante que arropa a la población pobre, que cuando se le otorgan prebendas, apoyan con entusiasmo a quienes gastan generosamente, no sabiendo que así continúan afilando cuchillos para sus gargantas, ya que se verían menguados los recursos públicos por el desvío que se hace de los mismos para el enriquecimiento de quienes abusan de sus cargos y hacen de todo, menos administrar para el bien común.

Ahora se nos ofrece una opción por medio de la llamada cuarta vía, de un político, sin la malicia de sus compañeros del negocio que bien podría ofertarse como algo refrescante, siempre y cuando la calidad del contenido de sus posiciones vaya de acuerdo con las aspiraciones del pueblo, como ya una vez lo hicieron Juan Bosch, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández en contra de quienes ofertaban un desesperado grito agresivo de violencia y de revanchismo, que no va de acuerdo con el sentir nacional, pese a que los dominicanos somos por naturaleza alegres y explosivos, pero muy conservadores a la hora de entregarse a quienes le ofrezcan seguridad y pulcritud, rechazando a quienes van en búsqueda de la confrontación y del revanchismo en contra del adversario.

Eduardo Estrella podría representar una opción para la masa silente, la cual con su poder humano, es la que elige a quien debe gobernarnos, pero dependerá de su adrenalina y fuste para ponerse a las alturas de los tiempos, ofertando soluciones creíbles y sensatas, sin recurrir al efecto de la demagogia. De ésta ya los dominicanos se están cansando, como quedó demostrado el pasado sábado con la marcha contra la corrupción que organizaciones cívicas patrocinaron por las calles y plazas de la ciudad colonial.

Los países no son ajenos a fenómenos de compactación de liderazgos políticos en poco tiempo; dependerá de una estrategia bien armada que ofrezca un cambio, distinto a los tradicionales, para que los dominicanos tengan esperanzas de que no será más de lo mismo y eso pase a ser una cosa del pasado, y que realmente se ha entrado en las rutas de las modernizaciones políticas y cívicas del siglo XXI.

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