En la Capilla de los Remedios

<P>En la Capilla de los Remedios</P>

En distintas épocas y contextos diferentes, así como muchos poetas han sido atraídos por las formas y los colores de los pintores, otros tantos pintores y artistas visuales han sido  marcados profundamente por las palabras de los poetas. Al mismo tiempo, poetas y pintores también han sido “tocados” por las palabras de muchos lectores y espectadores sin que tales palabras hayan sido específicamente dirigidas a ninguno de ellos.

De ahí que, por lo menos desde hace más de siete siglos, entre poetas, creadores, filósofos, historiadores y estudiosos del arte, arraiga poderosamente la idea de que las “semillas” de la poesía y la pintura germinan desde el “excesivo territorio” de la sensibilidad.

Sin embargo, si sometemos esta idea a cuestionamiento y  nos basamos en la “evidencia” de que el poema auténtico o la obra de arte afortunada resultan de unos niveles de concentración y de una síntesis expresiva excepcionales -ese grado de concentración y ese nivel de síntesis formal que retienen la intrínseca lucidez con que, de manera súbita o procesual, el poeta y el pintor vislumbran la estructura del texto y de la imagen-, no será tan difícil advertir que la “clave” energética y operativa de la imaginación creadora contiene siempre, precisamente, una lección desmitificadora de este dogma instintivo y “fundamentalista” de los sentimientos.

En Santo Domingo, entre los artistas cuyas producciones y trayectorias nos permiten registrar la vital relación entre pintura y poesía, destaca especialmente el caso de Rosa Elina Arias, quien, en diversas ocasiones y con excelentes resultados, ha “parafraseado”  las producciones de poetas dominicanos esenciales como Pedro Mir, Tony Raful y Mateo Morrison. Ahora bien, ¿podemos atribuir la relación del vertiginoso caudal imagético, del mutante repertorio simbólico, de los niveles sublimados de artisticidad o de la cascada mágica y fascinante de signos y evocaciones que se instalan en las pinturas recientes de Rosa Elina Arias a una similitud o “identidad” de sensibilidades entre la pintora y sus poetas?

En todo el conjunto y en cada una de las obras que integran la serie titulada “Íntima y Mágica”, exhibiéndose actualmente en la Capilla Nuestra Señora de los Remedios (C/Las Damas, esq. C/ Mercedes, Ciudad Colonial), los notables niveles de síntesis expresiva, los detalles reveladores del conocimiento estético y del dominio del médium pictórico, así como la recursividad de la sensibilidad poética de Rosa Elina Arias, confluyen de una manera tan sutil  y efectiva que ni siquiera hay oportunidad para la celebración de una primordial “intimidad” de las sensibles y esplendorosas relaciones entre pintura, estética, alquimia y poesía.

En obras como las tituladas “Asombro”, Absurdo”, “Silencio”, “Esperanza”, “Tentación”, “Se lo comunico al mundo”, “Todo está claro”, “Una fe contagiosa”, “Criollos de ayer”, “Las imágenes quedan”, “Como cualquier intelectual”, “Cuanto orgullo”, “Escándalo”, “Poquito a poco”, “No hay que huir”, “Así, de sonrisas en sonrisas” y “seguirá la vida”, entre otros trabajos recientes de Rosa Elina Arias, confrontamos los resultados de una actitud y un espíritu constructivos cuyas claves hay que advertirlas más en las fuentes energéticas del pensamiento, la memoria, la creatividad y la imaginación que en los sugestivos, “causales” y volátiles resortes de la sensibilidad.

Sin embargo, en sus ejercicios pictóricos de refinada factura de alto vuelo poético, Rosa Elina Arias no se limita a la asimilación de la magia consubstancial del Caribe; a la transmutación de lo existencial y lo cotidiano o a la elaboración metafórica de su íntima experiencia sensorial. Lo que en realidad hace es apropiarse conscientemente del maravilloso proceso de polisíntesis cultural del que ella misma forma parte y asumirlo con honestidad como materia prima de la imaginación.

Rosa Elina Arias recurre a la memoria, a los sueños y absurdos cotidianos; a las paroxísticas contradicciones entre ficción y realidad, resemantizando de manera brillante los signos de lo visible para concretizar la esplendorosa realidad de lo invisible. Y, precisamente, lo que  implican esta actitud y este proceso creativos es la puesta en abismo del dogma estético de la “inspiración” o sensibilidad. Así, veremos cómo quedan nítidamente franqueadas unas nuevas puertas perceptivas que nos permitirán  reconsiderar con mayor profundidad la importancia clave del acto reflexivo a la hora de las prácticas artísticas contemporáneas.

ROSA ELINA ARIAS

Rosa Elina Arias nace en Santiago de los Caballeros. Es egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes y de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde obtuvo una Licenciatura en Pedagogía mención en Artes Plásticas. Ha realizado estudios especializados en grabados, composición, cromatismo, creatividad, museología y gerencia cultural, tanto en el país como en el extranjero. En el año 2000, participa en el Curso Regional de Formulación de Proyectos de Cooperación y en el Curso-Taller sobre Tendencias Gerenciales Contemporáneas, organizados por el Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón y el Centro Latinoamericano y del Caribe para el desarrollo de la Cultura -CLADEC-, Caracas, Venezuela.

Su obra pictórica ha sido exhibida exitosamente en importantes galerías, museos y centros culturales de Santo Domingo, Puerto Rico, México, Panamá, Cuba, Guadalupe, Martinica y Venezuela. Rosa Elina Arias forma parte del Colegio Dominicano de Artistas Plásticos -CODAP-, de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos -AIAP- y del Consejo Mundial de Artistas Plásticos -COMAP-, con sede en México. Junto a Tomasina-Cinnamon-Tapia y Rosa Tavárez, Rosa Elina Arias integra una trilogía de personalidades femeninas definitivamente emblemáticas en el contexto del arte dominicano de la década del 60 del siglo XX.

“Íntima y Mágica” se registra como su XVIII exposición individual.

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