En la carretera  de Bonao hacia La Vega

En la carretera  de Bonao hacia La Vega

Hay que ser ciego, para no verlas. Hay que ser muy inconsciente, para no estremecerse. Camino a La Vega, llegando a Villa, lo que une ve es la asombrosa vorágine del proceso de urbanización “espontáneo” que ocurre en Villa Altagracia: lomas desapareciendo, casitas en equilibrio, población cruzando la autopista exponiendo sus vidas al peligro, ninguna entidad controló la situación, organizó ni reguló la necesidad evidente de vivienda para una población sin tierra. Conclusión: la montaña se urbaniza a un ritmo incontrolable, sin agua, sin luz, sin escuela, llamaremos eso: urbanización en pobreza y con urgencia.

Pero siguiendo hacia Bonao, nuestro espanto no encuentra medicina. Espanto es lo que provoca la Loma La Peguera y la explotación a cielo abierto de la empresa minera canadiense. Opera en el país desde finales de los 50, sin estudio de impacto ambiental; no se conoce los limites de la concesión, pero se expande ya desde Bonao hasta las lomas de La Vega, extrae el níquel a cielo abierto: una chimenea lo testimonia, dispara un humo negro, daños al manto freático, a la atmósfera, lluvia ácida, no se ve  recomposición de la naturaleza, de reforestación de las vertientes excavadas. Se llevan el níquel; dejan secuelas y no de las buenas. Llamaremos eso: explotación abusiva.

Siguiendo hacia La Vega, desde el puente sobre el Yuna, lo vemos; aquí, en varios cauces, isletas de gravas transforman su cauce, en varios cursos,  que atraviesan camiones y paleros de la  grancera que opera sin control, sin normas, violando la ley de medio ambiente 64-00. Ningún Secretario de Medio Ambiente ha provocado la impostergable reflexión sobre la industria de la construcción, alternativas constructivas y medio ambiente. El Secretario actual elucubra,  aéreo, como  nunca fue participe de las luchas ambientales, no se asombra ni se rebela con  las actividades terrenales, no ve lo que sucede en estos lares.

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