Los comunitarios de La Ciénaga se quejan de que el río Ozama se ha desbordado e inundó sus casas porque la Marina de Guerra no quiere abrir el puente flotante para evitar que las lilas lleguen hasta Güibia.
Insisten en que cada vez que llueve terminan con el agua hasta las rodillas pero que en otras ocasiones han entreabierto el viaducto para que el agua fluya con mayor rapidez, lo que permite, según ellos, que en menos de una hora se desagüe el área.
Cándida Castillo, con más de 30 años residiendo en la zona y que alberga a siete personas en su modesta residencia, asegura que ninguna autoridad ha pasado por allí y que solo aparecen cuando los necesitan para buscar votos.
Expresa que no salen de sus casas porque, aunque temen que el río suba más e incluso puedan perder la vida, no dejaremos los muebles y los electrodomésticos que hemos conseguido con tanto esfuerzo.
Otros tantos sacan los ajuares de las viviendas y tratan de llevarlos a una zona más alta, quizás donde un vecino que no esté en su situación y, como Cándida, les dé abrigo.
En tanto, Jovina Rodríguez, de 90 años de edad y con 40 viviendo en ese vulnerable lugar, dice que nunca un Gobierno les ha provisto de algo más allá de una fundita con alimentos.
Sentada en su galería, en una mecedora desvencijada, espera que deje de llover para que, tres o cuatro días después, el agua les dé una tregua para poder sacar el lodo y bajar los enseres que suben a los lugares más altos de sus viviendas.
Los comunitarios solo tienen la esperanza de que hoy salga el sol, para que de esa manera sus penurias mengüen.