En la democratización del robo

En la democratización del robo

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Se pregunta uno ¿es que la corrupción, a nivel mundial, desbordó los antiguos diques de prudencia y recato para dejarse ver, imperturbable, mostrando una insolente arrogancia? Nos quedamos perplejos ante la realidad de los latrocinios de miles de millones en moneda nacional o norteamericana, reunidos descaradamente por ejecutivos de variado nivel, que se mueven en el Gobierno, en la Banca y las industrias.

Cuando escuchaba dolientes quejas al respecto, pensaba -y decía- que era inexplicable la apatía de las autoridades sanas y honradas, las cuales no accionaban contra el tremendo mal que debilita enormemente los ingresos del Estado; es decir, la economía del pueblo, lo que se llama erario, aunque el público no tenga mucho acceso al mismo.

Es que siempre pensé que si alguien no es un comerciante exitoso por astuto y trabajador, ni ha heredado una fortuna de sus antepasados -rompiendo la clásica secuencia que he escuchado de argentinos y cubanos: “padre bodeguero, hijo caballero, nieto pordiosero”- entonces no puede limpiamente aparecer, de la noche a la mañana, con fortunas inmensas. Entendía que esas fortunas de vertiginosa aparición, que encandilan los ojos con mansiones despampanantes, con autos de super lujo y todas las ocurrencias que genera el gusanillo de lo mal habido, de lo no trabajado ni merecido, podían ser detectadas y amarradas a una investigación.

Señor: ¿de dónde sacó usted tanto dinero? ¿Cómo lo justifica? ¿Cuanto ha pagado de impuestos?

Ahora el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Subero Isa, alienta las esperanzas de la población llana (la que paga altos impuestos por lo poco que recibe a cambio) al declarar tan elevado magistrado, que la corrupción se ha convertido en un monstruo de nueve cabezas como la mitológica Hidra de Lerna (cuyos cabezas, si eran cortadas producían dos más cuyo olor despedía un veneno que era fatal para cualquier persona). Uno de los trabajos de Hércules fue ultimarla. Con su espada y una rama de árbol encendida, fue cortando cabezas y quemando el área del tajo. Así llegó hasta la cabeza invulnerable -que era una sola- y al cortarla la enterró bajo una enorme roca.

Pero el magistrado Subero considera que es fácil enfrentar esta Hidra, este monstruo. Ojalá obtenga el apoyo necesario para que se ponga en práctica su propuesta.

El ha declarado: “He mantenido la tesis, o mejor dicho el criterio, de que una de las cosas más fáciles de combatir en la República Dominicana es la corrupción, porque los corruptos dominicanos roban el dinero del pueblo y el dinero privado para exhibir lo que habría de comprobar pura y simplemente: ¿qué usted tenía antes y qué tiene ahora? La segunda pregunta sería ¿cómo lo consiguió? La corrupción tiene un componente matemático, aritmético: Hacer una contraposición de lo que se tenía antes y lo que se tiene ahora y sacar balance”.

En los primeros tiempos, ultimada la dictadura trujillista, se produjo una democratización del robo y el abuso. Ya no estaban restringidos a las monumentales ambiciones del Generalísimo y en cierta medida a los abusos y robos de sus familiares cercanos o de colaboradores controlados y delimitados en sus acciones por la mano del “Jefe”.

No. La democracia llegó como el derecho libérrimo a hacer cualquiera, lo que, en materia económico sólo podía hacer Trujillo. Entonces encontramos que un pequeño político que había llegado al gobierno democrático con una guayabera relavada, unos zapatos tristes y a pié, podía adquirir un automóvil y lo veíamos de repente con el curioso brillo que otorga la abundancia de recursos.

Nos llegó la democracia del robo.

Me anima y alivia que el magistrado Subero estime que es fácil detectar estos ladrones por lo mucho que exhiben sus caudales.

Yo lo creo así.

¿Vamos a actuar en consecuencia?

¿Nos van a dejar hacerlo? ¿O el dinero sucio y corruptor enterrará la conciencia y la moral? Tenemos el ejemplo honrador de Miguel Cocco.

Nuestro país, con todas sus precariedades, ha mantenido en importantes figuras y en mucha gente, una escala de valores que subsiste. A pesar de todo.

Limpiémosla, levantémosla, impongámosla.

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