En la Diana

En la Diana

Primer Tiro
Si Dios lo ha dispuesto todo con moderación, orden y equilibrio, iniquidad cometería el hombre que se endeuda y derrocha lo tomado en préstamo. Pero si hay orden y equilibrio, entonces el endeudamiento tiene un límite, y no se puede condenar a un Gobierno sin antes fijar y definir el valor de dicho límite. Algunos incluso cometen el pecado capital de medir el endeudamiento por el monto de lo presupuestado, cuando en verdad lo cierto es que la deuda aumenta en términos netos en la suma tomada en nuevos préstamos menos lo pagado de viejos endeudamientos. Y así como el orden y el equilibrio del universo no se altera con la transformación de la energía y la materia, tampoco se producen desequilibrios financieros cuando los nuevos préstamos se destinan a nuevas inversiones o a pagar deudas viejas. El vino nuevo se conserva en odre viejo cuando se mantiene la solvencia y la capacidad de endeudamiento. Y ese es el caso cuando el brebaje de la deuda es necesario para estimular el ánimo fiscal a través de la inversión.

Segundo Tiro

Solo los dos primeros siervos que duplicaron los talentos entregados por su Señor ganaron el derecho de entrar en su Reino.

El que pone a trabajar los talentos que reciba prestados durante su vida terrenal gana el privilegio de mantener constante o hasta aumentar su capacidad de endeudamiento. Aunque no en la misma magnitud que los sabios administradores de la parábola, pero si los proyectos a financiar con las nuevas deudas soberanas son elegidos con moderación, su impacto multiplicador puede hacer que el PIB aumente en un monto mayor que la deuda original, en cuyo caso la solvencia aumenta, pues disminuye la relación deuda/PIB.

Como el tercer siervo, que procedió a enterrar el talento recibido, así muchos críticos del endeudamiento aparentan que quieren enterrar el beneficio de las buenas deudas. Procediendo así quizás no ganen el privilegio de entrar ni siquiera en el reino de la simpatía y la aceptación de la opinión pública.

Tercer Tiro

Ya quisieran los responsables de los fondos de pensiones poseer las destrezas de los dos administradores de la parábola de los talentos. Pero aunque nunca lleguen a duplicar lo entregado en administración por los trabajadores, sí se sabe que mientras más oportunidades o instrumentos de inversión haya disponibles, mayor es la diversificación y menor el riesgo. Y eso es precisamente lo que se hace cuando se decide que los títulos de la deuda pública sean elegibles por los administradores de los fondos de pensiones.

Todo proyecto de inversión que demuestre un adecuado equilibrio entre riesgo y rentabilidad debería calificar para que el mismo sea financiado con los fondos de pensiones. La rentabilidad que se ha obtenido con los fondos de pensiones se podría calificar por lo menos como de muy aceptable. Lo que pasa es que hay críticos que se comportan como el siervo que debía  diez mil talentos a su Señor: le suplica la exoneración de los intereses de su gran deuda, pero presiona y exige tasas altas al pequeño deudor que les debe solo cien denarios.

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