En la Diana

En la Diana

Primer Tiro
Como padecen las almas condenadas a los círculos del infierno Dantesco, así también sufrirían trabajadores y consumidores si la carga del ajuste fiscal y de la corrección del déficit con el exterior provocado por la crisis internacional se ponen sobre los precios y la tasa de cambio. Los costos se pagan y los déficits se financian, pero no se condenan almas inocentes, pues no hay culpables locales de la crisis internacional y del alto precio del petróleo.

Pero todo el mundo sabe que esos fenómenos producen una reducción del ingreso disponible en moneda extranjera, y cuando eso pasa, se produce un aumento del déficit corriente con el exterior, a menos que se reduzca el consumo y/o la inversión agregada. Pero si la reducción del ingreso en dólares es pequeña o temporal, se puede mantener el mismo nivel de consumo e inversión y financiar el déficit con deuda a ser pagada cuando el ingreso retorne a los niveles anteriores, lo que permite atenuar el impacto en los precios y la tasa de cambio. El Purgatorio puede ser el costo del financiamiento, pero es mejor que permitir que trabajadores y consumidores sean arrojados a las puertas del infierno.

Segundo Tiro

Si se permite que la inflación y la tasa de cambio suban hasta producir la eliminación del déficit interno y externo de la economía, muchos trabajadores y consumidores serían condenados a la pobreza y el desempleo. La inflación sería tan alta como para producir una reducción del poder de compra de los salarios, lo que aumentaría la pobreza de ingresos, y el nivel de la tasa de cambio haría prohibitivo el consumo de bienes importados, o  con alto requerimiento de importaciones. Pero nada es gratis, y la atenuación de los efectos negativos de los choques internos y externos tiene su costo. Toda cena tiene que pagarse y todo déficit debe ser financiado y pagado. Pero el Purgatorio es más placentero que el Limbo, y aunque allí se paguen los costos de los déficits, la capacidad del Banco Central para controlar la inflación y mantener una tasa de cambio flexible y administrada, haría más llevadera la Expiación.

Tercer Tiro

Los empresarios engulleron gran parte del almuerzo del alto crecimiento, la baja inflación y la estabilidad cambiaria relativa, pero ahora no quieren pagar ningún costo. El Gobierno ha aplicado una política de gasto anticíclica, y el costo del déficit previsto en el Programa con el FMI debe ser pagado.

La política monetaria del Banco Central ha logrado una baja inflación y un tipo de cambio alineado y competitivo, pero se necesita el pago de los intereses de los bonos de la capitalización. Mantener un alto ritmo de crecimiento requiere las entradas de los capitales necesarios para financiar el déficit corriente con el exterior que produce dicho crecimiento.

Los empresarios saben que los beneficios no se reducen si una reducción del margen de ganancia es compensada con un aumento de las ventas, ni tampoco si un aumento en el costo impositivo produce menos déficit, más estabilidad y más crecimiento de la demanda agregada.

Hay que pagar, porque de lo contrario se llegaría a las puertas por donde se va al llanto y al dolor eterno, y donde está escrita la lacónica sentencia: “abandonad toda esperanza, vosotros que entráis aquí”.

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