En la Diana

En la Diana

ROLANDO REYES
Primer Tiro

En ninguna parte del mundo, léase y entiéndase bien, en ninguna parte del mundo un regulador devenga un salario muy por debajo del que devengan los regulados, pues cuando esa situación se produce, se incurre en un alto riesgo de que se produzca lo que se llama «la captura del regulador», que es una situación en la que éste no toma las decisiones más adecuadas, pues se lo impiden los conflictos de intereses y/o vínculos con el regulado.

Por eso en todas partes del mundo los reguladores y supervisores de los sistemas financieros, y de otros sectores regulados, devengan salarios similares a los de los principales ejecutivos de las empresas que regulan. No se podría establecer cuantos reguladores y supervisores del sistema financiero tuvieron algún grado de captura antes de la Ley Monetaria y Financiera, pero lo que sí se puede decir es que después de la vigencia de la misma, la probabilidad de la captura es mucho menor. Pero los vituperadores de reputaciones personales deben comparar el salario de un banquero privado de segunda línea con los de los principales funcionarios de la Autoridad Monetaria y Financiera, pues compararlo con el de un policía es muy ridículo.

Segundo Tiro
La Ley Monetaria y Financiera, y la Ley General de las Telecomunicaciones establecen muy claramente los criterios a aplicar para fijar los salarios de los funcionarios de la Autoridad Monetaria y Financiera y del Órgano Regulador de las Telecomunicaciones. En ambos casos se establece el principio de salarios de mercado para los funcionarios de esas entidades. Y debido a que el salario es importante pero no lo más importante, algunos de esos funcionarios dejan de percibir ingresos, pues si estuvieran en el sector privado, muy probablemente obtendrían una mayor remuneración. Es el mercado el que impone las condiciones, y es el que determina que la paga de un jornalero incondicional a un solo señor sea diferente al de un banquero especializado y experimentado. El mercado también premia con alta credibilidad a las políticas que son coherentes y consistentes, y no hay periodista ni político que impida que se recojan los frutos de su benevolencia.

Tercer Tiro
Los y las lectoras de esta columna deben saber que quienes hoy desenfundan el argumento de los salarios como arma trapera con la que intentan amedrentar votantes, son los mismos que ayer defendieron a capa y espada el establecimiento de salarios «decentes» en las principales instituciones del Estado, y sobre todo en las que son especializadas en la regulación. Pero hay que reconocer que no es fácil asimilar cómo la irracionalidad partidaria puede llegar a la autonegación. Creemos sin embargo que no es necesario señalar a quienes leen estos sencillos párrafos que detrás de esta campaña se oculta la intención de desacreditar la política monetaria de este Gobierno. Tampoco es necesario hacer ver que en este último propósito coinciden los acusados del fraude bancario, los políticos tradicionales, y los economistas que hacen propaganda partidaria irracional y desacreditada, pues como se dice popularmente, lo que está a la vista no necesita espejuelos.

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