En la Diana

En la Diana

Primer Tiro
Era una vez un pequeño país cuya economía crecía y creaba muchos empleos. Pero como en otros países vecinos y similares, sus habitantes no ahorraban lo suficiente para financiar toda la inversión que demandaba el crecimiento, por lo  casi siempre era necesario usar el ahorro externo en forma de endeudamiento. La economía crecía y se endeudaba, pero el ingreso también crecía, por lo que la solvencia y la capacidad de pago mantenían la sostenibilidad de la deuda. La inversión pública tenía que ser mayor que el ahorro público, pues el Gobierno tenía que construir grandes obras de infraestructura física y social. El endeudamiento público resultante se financiaba de diversas maneras, y hubo una vez en que el Gobierno de turno decidió usar bonos soberanos para financiar los déficits resultantes. Y como los vencimientos de los mismos tienen que refinanciarse con nuevas emisiones, fue así como se inició la historia del endeudamiento externo con este tipo de instrumento.

Segundo Tiro

Era el periodo segundo después del Gobierno en el que se inició la emisión de los títulos soberanos cuando se intensificaron las acusaciones de endeudamiento excesivo al Gobierno de turno. En aquel tiempo el asunto se convirtió en tema de campaña política, y de repente, el país de los acusadores fue trasladado a otro universo, en el que la materia distorsionaba la lógica y la razón. En su nuevo mundo los conceptos y las ideas fueron invertidos: aumentar el componente interno  y en moneda nacional de la deuda pública pasó a ser una estrategia indeseable y repugnante. Solo en su nuevo universo se producían cambios inimaginables en el mundo terrenal: los instrumentos de política monetaria fueron convertidos en instrumentos de deuda, y de repente, los pasivos de las operaciones monetarias pasaron a formar parte del portafolio de la deuda pública. Fue entonces cuando se decidió nombrar un consejo de asesores compuestos de sabios y notables.

Tercer Tiro

Los notables asesores debían organizar la economía de forma tal que fuera compatible con el nuevo mundo físico en que se vivía. Decretaron que se debía crecer sin crear nuevos empleos, pues como el tiempo transcurría muy lentamente, la población no crecería, y la mayor producción tendría que llevarse a cabo con la misma cantidad de trabajadores. Prohibieron el endeudamiento público interno y externo, pues la política fiscal no podía ser anticíclica. Emitieron nuevas normas de contabilidad nacional, según las cuales se imponía la restricción de un crecimiento siempre menor al potencial. Todo empezó a encajar y a funcionar normalmente, hasta que fue necesario aumentar la inversión, pues el crecimiento de la producción sin más mano de obra así lo requería. Pero como el ahorro interno era insuficiente y el sector privado no obtenía suficiente recursos externos, la inversión fija empezó a agotarse, hasta extinguirse. Desde ese entonces, también empezaron a extinguirse los sabios y notables asesores, pues la energía que requerían  para dirigir una economía  sin inversión y sin más empleos era mayor que la disponible en el universo paralelo en el que vivían.

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