En la escena, las entrañables visitas a Mr. Green

<BR>En la escena, las entrañables visitas a Mr. Green

 Un músico  en el lateral del proscenio extrae a su violoncelo sonidos  melancólicos que lentamente nos introducen al sombrío apartamento de un solitario anciano. Sugerente exordio a la intimista obra “Visitando a Mr. Green”, de Jeff Baron.

 El argumento  cuenta la historia de  un judío de 86 años –Iván García– y un joven  ejecutivo –Francis Cruz– quien por una imprudencia está a punto de atropellar al anciano y es  condenado a visitarlo y ayudarle.

A través del espléndido texto y el fino manejo de los diálogos, conocemos las interioridades de los protagonistas, sus angustias y temores. Separados por una brecha generacional, ambos son víctimas de una aguda crisis existencial signada por la soledad, la del excluyente y la del excluido. 

Hay    una crítica implícita al fundamentalismo religioso que lleva hasta la marginación, lo que no impide que el autor   enrumbe la pieza por las vertientes de la comedia y el drama, pasando del intenso dramatismo a momentos   de finísimo humor.

 Mr. Green,  cautivador,  encerrado en sí mismo, evoca permanentemente el pasado, pero solo aquel que desea recordar. Con las visitas del joven Ross van asomando sus demonios,  aquello que se empeña en olvidar,  al  tiempo que conocemos la  tragedia del joven, quien  confiesa ser un excluido por su condición de “gay”. 

 Esta pieza y  Mr. Green nos recuerdan a Sholem, protagonista de la obra de German Rozenmacher “Réquiem para un viernes a la noche”: en  ambas aparece  el conflicto generacional y los personajes cargan  el pesado fardo de la tradición, omnipresente en la cultura judaica, lo que los hace paradójicamente excluyentes, valladar que rompe la unidad familiar. Iván García, protagonista de ambas obras,  obtiene nuevos matices con Mr. Green,  con una actuación entrañable que conmueve la platea.

 Luego de verlo, siempre estamos tentados a decir  que ha sido su mejor actuación, pero  sólo hasta ver la próxima. 

Francis Cruz es la gran sorpresa, con notable desempeño, no disminuido, frente a su experimentado oponente, logra excelentes resultados.

Su actuación es auténtica; descubrimos en él un talento oculto no desarrollado por su constante incursión en  la comedia vacua. Ambos logran crear un espacio lúdico a través de sus gestos, sus acciones y sus relaciones de proximidad y alejamiento.

La propuesta escénica de Mario Lebrón es realista;   presenta objetivamente la realidad psicológica y social del hombre, y dentro de esa visión se enmarca el espacio escénico creado por José Miura.

Las  visitas a Mr. Green son enlazadas por la música del compositor y cellista Juan Pablo Polanco, elemento para-teatral relevante, así como las luces, a cargo de Lillyanna Díaz. El ritmo de la obra va en pequeños “crescendos”.

El clímax es simbólico y conmovedor… una puerta que se abre a la vida, a la esperanza. ¡Enhorabuena, Hutía Producciones!

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