En la fiesta de la cultura, “Gauguin en el País de los Criollos”

En la fiesta de la cultura, “Gauguin en el País de los Criollos”

Las imágenes se exhiben en el exterior de los módulos  de la Plaza de Europa, próximo al Museo de Arte Moderno, entrando por el stand francés

MARIANNE DE TOLENTINO

Paul Gauguin (1848-1903) es uno de los pintores franceses más admirados por los artistas dominicanos. Post-impresionista y ya moderno, trabajó tanto como viajó, incansablemente. La estancia en Martinica fue el primer hecho decisivo de su carrera pictórica en 1887. Hoy, las más altas autoridades culturales martiniqueñas cedieron a la Embajada de Francia las imágenes reproducidas de Gauguin colocadas en la Feria del Libro, Plaza de Europa

El centenario  de la muerte de Paul Gauguin en el 2003 pasó casi desapercibido en Santo Domingo. En el 2007 gracias a una cooperación multilateral entre organismos de Martinica, Embajada de Francia y la Feria del Libro, 28 paneles reproduciendo dibujos y pinturas de Gauguin, fotografías familiares y textos informativos, los incontables visitantes de la X Feria del Libro pueden conocer obras y vida de un pintor francés,  magistral, diferente y adelantado a su tiempo. La imágenes están puestas en el exterior de los módulos de la Plaza de Europa, próxima al Museo de Arte Moderno, entrando por los lados del stand francés.

Las reproducciones de gran tamaño recorren la vida de Paul Gauguin, a través de sus trabajos y de fotos de época, pero  se concentran en el período martiniqueño, enfasis justificado por la fuente de los documentos. Por otra parte existe un consenso acerca de la importancia fundamental de la estadía de Gauguin en Martinica, aunque duró solamente algunos meses, en el año 1887. Escribe Mario Vargas Llosa: «En esa estancia tan sufrida, primero en Panamá, luego en las afueras de Saint-Pierre, en la Martinica, de mayo a octubre de 1887, te convertiste en un artista». («El Paraíso en la otra Esquina».)

Consideran que esa corte estancia es el primer suceso decisivo de la carrera artística de Gauguin y convierte en hecho su ruptura con el impresionismo. El choque visual producido por el paisaje tropical cambia su visión de la naturaleza y la pintura. Ya se está distanciando de toques, matices y modulaciones, se aproxima a lo que será su estilo y personalidad definitoria: los tonos francos, las formas subrayadas por trazos, la aplicación llana del color. Martinica fue para el artista la revelación de un proceso plástico, totalmente nuevo, la síntesis de una forma y un color, indisociables y organizados en el espacio.

Martinica constituyó pues una etapa en la experiencia vital de Gauguin, eterno fugitivo, a la búsqueda de una especie de absoluto, combinación de rebeldía, primitivismo y salvajismo. El se complacía en autocalificarse de salvaje («Je suis un sauvage»), cuando pensaba haber llegado a la pureza original o a otro tipo de sociedad y civilización que la occidental. La siguiente profesión de fe  lo dice todo: Para mi la barbarie es un rejuvenecimiento.

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