Cada vez que alguna instancia foránea opina o se mete en nuestras cuestiones internas, como la determinación de quién es dominicano, surge una ola de indignación por parte de muchos buenos dominicanos (y de malucos también). Pero no siempre carecen de razón estos injerencistas. Sobre la reciente sentencia del Tribunal Constitucional, hay un aspecto moral más que jurídico, en que aciertan, porque durante décadas los propios dominicanos permitimos a miles de indocumentados permanecer irregularmente en nuestro territorio. Las autoridades violaron la ley pero también esos inmigrantes.
Al mandar a ordenar ese desorden, nuestro Tribunal Constitucional actúa legítima y legalmente. La legitimidad es porque esa sentencia daña menos a la sociedad dominicana que mantener el desorden anterior, aun cuando mucha gente crea equivocadamente que la nacionalidad dominicana, cuando claramente se posee otra, es un derecho humano. Ni hemos dejado a nadie apátrida ni pueden extranjeros decirnos quién es dominicano.
Una injerencia foránea distinta ocurrió hace poco cuando legisladores pidieron a la Policía que maten a los presuntos delincuentes, lo que vienen haciendo para horror de ciudadanos sensatos. Diplomáticos extranjeros pegaron el grito al Cielo, pues una nación cuyos legisladores aboguen por violar las leyes tan bárbaramente es poco merecedora de confianza de los inversionistas. Que en el país de estos injerencistas (eran de Estados Unidos), sus autoridades asesinen judicialmente a condenados a muerte o extra-judicialmente, como a terroristas de Al Quaeda, no significa que eso sea ejemplar.
Si quisiéramos imitar a los americanos, exijamos que todos paguemos impuestos, no sólo la clase media asalariada; que los corruptos oficiales y los del sector privado rindan cuentas y sean condenados. Aprendamos que la corrupción no es sólo dineraria sino también cuestión de coherencia y “prigilio”…
Pero al mismo tiempo, si los americanos de verdad quisieran que haya aquí menos corrupción, terror criminal y violencia, pudieran ayudar más y mejor a combatir la fuente principal de esos flagelos: el tráfico de drogas creado por la insaciable demanda gringa de coca y yerba. Si encontraron a Bin Laden, ¿cómo dizque no pueden encontrar a los capos, tanto los morenitos como los rubios que no hablan español? Ahí, y no en otro tronco de javilla, es que retuerce el rabo esa puerca.
Como se ve, hay injerencias buenas y otras malas. La filosofía criolla no es tan tonta, pues sabiamente propone que “todo es asigún”…