En la nueva gastronomía, la técnica es la clave

En la nueva gastronomía, la técnica es la clave

POR FÁTIMA ÁLVAREZ
La tecnología y los nuevos conocimientos relativos a la molécula han desplazado de las mentes la maravillosa sensación que provoca pensar en un delicioso asado, un pescado al vapor o un friísimo helado. Lástima.

Cuando pensamos en algo delicioso, nuestra mente visualiza, como en una película en cinemascope y a todo color, el aromático olor de la comida,  o la activación de los jugos salivares cuando artillado, cual soldado de guerra, trinchamos con el cuchillo una jugosa carne asada, que previamente había sido sujeta con el poderoso tenedor. Dicho en palabras más entendibles: babeamos de gusto cuando partimos un trozo de deliciosa y jugosa carne.

Pero ya eso es cosa del pasado. Hoy, el afán de obtener y mantener una esbelta figura (¡esquelética, diría yo!) convirtió todo en “light”, desde la comida hasta la vida. (Mientras tanto, a mí mátenme con todo lo que sabe a real).

Pero ahora la cosa es peor. Pasamos de comida “light” a comida molecular (¿no le viene a la mente una lluvia de átomos y cadenas de ácido desoxirribonucleico en vez de deliciosa comida?). Es así como en España, en la III Cumbre Internacional de Gastronomía, que reúne a cocineros de todo el mundo en uno de los encuentros más prestigiosos internacionalmente, los expertos mostraron que la técnica es la clave de la nueva gastronomía, sólo superada por el sabor.

Pero, ¿qué tanto sabor puede haber en un batido a lo CO2? ¿o en un Teppan de Nitrógeno? ¿dónde puede estar la gracia de una mantequilla de avellana?

Además de esta villanía, estos “matatanes” de la comida pretenden unificar de una vez por todas lo dulce y lo salado.

Mucha gente disfruta de esto. Que si un arroz con pasas, que si unos fettuccinis con nueces. A mí, lo salado con salado y dulce… sólo como postre, si acaso.

Con el interés de mostrarnos todas las técnicas utilizadas para devolver al pescado todos los nutrientes que pierde el pez en el proceso y arte de la pesca, los famosos cocineros participantes en la dichosa Cumbre, aseguraron inyectar jugos de plancton, hueso de choco rallado o la inyección en el pescado de agua de mar con suero y yodo.

Mi versión de este asunto es la siguiente: si han de hacerle todo este harakiri al pobre pescadito para compensar en nutrientes la falta de sabor, que se lo hagan calladito y sin tanta publicidad que hasta el Atlántico cruza. ¿Qué tanto puede importarnos si el pescado comió suficiente plancton o si no se alimentó bien? La idea es disfrutarlo calentito, crujiente y con un par de viandas recién hervidas, para empatar.

Nombres tan sonoros de la gastronomía internacional como Gerard Banwarth, Antoni Escriba, Daniel Giraud, Pierre Herme, Gaston Lenotre y Rafael Tugues, deberían dedicarse a ser premios Nobel en física, química o a descubrir un nuevo metal, preferiblemente de extracción nacional, para ver si definitivamente nos hacemos ricos, aunque sigamos mal administrados.

En cambio, se ocupan de meter sus cucharas –literalmente-, en nuestro arroz y habichuelas, transformándonos el gusto y alentando otros hábitos más “culi” que “narios” en nuestra alimentación.

Por si fuera poco, sus partes de prensa destacan que al famosísimo evento, que cerró ayer jueves, asistieron más de mil profesionales y trescientos medios de comunicación.

Mientras esos medios envían sus corresponsales a cubrir la Cumbre, mis compañeras de infortunio, digo de profesión, nos disputamos un viaje en yola a Samaná, con el pretexto de ir a ver las ballenas, pero la verdad es que es la única oportunidad que por estos lares se ofrece para hacer turismo.

Entre los temas que se han presentado en el ciclo de conferencias realizado en la Cumbre, están “la despensa cinegética”. Pienso y pienso qué podrá tener de cinegética mi despensa y de la única forma que puedo compararla es si la susodicha palabra significa “vacía”.

Así es que pierden su tiempo España y todos los países desarrollados. Por suerte, estamos a años luz del desarrollo.

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