En la pandemia, un segundo filosofar

En la pandemia, un segundo filosofar

El pasado domingo, en el momento de yo degustar un tibio té, recibo un correo de mi primo el Dr. José Silié Ramírez, que al igual que yo ejerce la Neurología; leí: «El ignorante piensa para alejar la duda; el sabio duda para poder pensar» y me retó a que le dijera donde fue que él leyó esta sabia cita. Sabía que yo la había leído en alguna parte y no hubo forma, mi memoria no me ayudó, fui traicionado por mi área límbica cerebral y específicamente por la importante zona entorrinal de la memoria y no me funcionó.

Lo llamo de inmediato y le pregunto que si mi llamada dominical temprana era inoportuna, me dijo que no, que estaba deleitándose escuchando a Vivaldi y las cuatro estaciones, frente a sus florecidas orquídeas, releyendo a Areíto y degustando un aromado café, me dijo que estaba en el interesantísimo ¨Aporte¨ en Areíto del pasado sábado de la autoría de la Dra. Ofelia Berrido, amiga desde la adolescencia de mi esposa y mía, la brillante médico escritora analiza el libro «Diálogos, aforismos y fragmentos, cartas fluminenses», de la autoría de mi gran amigo León David y ahí está la cita mencionada.

Estaba esa mañana dominical en relax, en “softjazz”, oyendo el saxo de Courtney Pine, con una de sus interpretaciones preferidas, How Many More. Con el amigo León David, de escritura compleja, me pasa igual que a la talentosa dama escritora, la que al inicio de su enjundioso trabajo señala: «He de confesar que al realizar esta reseña del tomo IV de las Obras Completas de León David quedo, y lo reconozco, enmarcada en lo que Georges Poulet llamó una crítica de identificación, pues soy desde hace mucho tiempo admiradora del pensamiento de León David». Me revalido ser otro admirador por igual de su fructífera obra intelectual.

Conversaba con el primo, de lo grato que resultan esos momentos de relax, con agradable música de fondo y una lectura gratificante. Sin percibirlo, la sociedad moderna, consumista, rápida y estresante, alteró algo que debería ser inviolable: el ritmo de construcción de los pensamientos, lo que genera consecuencias muy serias para la salud emocional, el placer de vivir, el desarrollo de la inteligencia, la creatividad y la sustentabilidad de las relaciones sociales. ¿Qué ha pasado? Que de esa vida acelerada que vivía la humanidad previa a la pandemia y que padecía lo que se llama el Síndrome del Pensamiento Acelerado (SPA) que en opinión del Psiquiatra Dr. Augusto Cury, quien dirige la Academia de Inteligencia de Sao Paulo, lo padecen más del 80% de los seres humanos de todas las edades y de manera abrupta por la pandemia se nos frenó de golpe esa vida acelerada, entonces ahora pagamos el precio mayor por un desaceleramiento con: irritabilidad, fatiga, estamos desconcertados, con un bajo umbral de frustración, inquietos, deprimidos etc.

La falta hoy de esos elementos de una vida acelerada, de un mundo competitivo, consumista y materialista, ha enturbiado la mirada de mucha gente en pleno siglo XXI. La falta de esplendor que estamos viviendo en estos días de encierro, es el reflejo de la notoria ausencia de una emoción, llamada felicidad. ¿A quién le gusta sufrir, angustiarse? a nadie. El cerebro humano no está diseñado para el dolor ni para el displacer. Debemos aceptar que esta pandemia nos ha hecho mejores seres humanos.

El distinguido amigo y talentoso poeta José Mármol, me envió un mensaje comentando el «filosofar» del pasado sábado y deseo compartirlo con mis amables lectores: «Buenos días. Exquisito filosofar espontáneo y no sistemático según la diferenciación del gran Antonio Gramsci. En la filosofía espontánea se encuentran las riquezas de las costumbres del pensamiento y lenguaje populares. Un abrazo».

Yo, como siempre, muy agradecido de sus palabras. Hoy. sin pretender tener yo jamás la sapiencia de grandes filósofos como Marx, Aristóteles, Nietzsche, Platón o Sócrates, deseo que el día de mañana discurra en absoluta paz y con pocos contaminados por el bien de la nación.

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