En la piel del aborto

En la piel del aborto

José Miguel Gómez

Durante el proceso de la psicoterapia, el que acompaña emocionalmente al que sufre, se angustia, se deprime, y la vida le resulta tan asfixiante que el suicidio se hace una probabilidad real; ese psicoterapeuta tiene que ponerse en su lugar, escuchar su agonía, observar su ansiedad, olfatear la sensación de desesperanza, para comprender sin juzgar, sin discriminar, sin prejuicios y sin contaminación. Solamente ponerse en el lugar de la otra persona, de su entorno, de su circunstancia, de sus riesgos, de sus debilidades, de la personalidad, y de sus implicaciones presente y futura de las decisiones de su vida.
Sin importar el problema o las circunstancias, aun cuando existe una condición de tipo religiosa, judicial, por prejuicio, moral, ético, económico, de ausencia de libertad, o de discapacidad, donde la persona sufre su agonía y vive en silencio, su ira, frustración, enojo, odio y sentimiento, debido a que no sabe qué hacer, por dónde empezar, qué confrontar, qué desea, cómo será su vida en el presente y para el futuro, o si vive o se suicida; y lo peor, la decisión la ha impuesto un acompañante distante, desde un cuarto frío, desde el miedo, los no sintientes, los que no militan en la piel de la mujeres y adolescentes, o de las mujeres pobres que han sido víctima de violación agresiva, o de un incesto, teniendo que vivir un embarazo donde es hermana, madre y tía del niño o la niña, o tener que vivir con hijo el resto de su vida con discapacidad psicomotora severa, sin funcionabilidad de por vida, sin dinero para la rehabilitación y sin protección social. Son muchos años en lo que he tenido que acompañar adolescentes y jóvenes embarazadas producto de una violación sexual, saliendo de una escuela o universidad, donde los padres no saben qué hacer, pero no aceptan el nieto del violador, ellas viven el trauma psicoemocional y social, intento de suicidio, depresión, trastorno disociativos, ausencia escolar y el rechazo social; bajo esa agonía, ¿qué hacer?, ¿quien se queda a vivir el trauma? Peor aún, cuando se encuentra una condición médica en la que el embarazo es de alto riesgo, complicado y con deformaciones, en riesgo de muerte de la madre y el niño.
El aborto puede ser un tema no consensuado, pero su despenalización es humana, de derecho de la mujer, de dignidad, de la salud, de la ciencia, de una razón objetiva, lógica, que la vive la mujer que sufre; repito: una violación, un incesto, una condición de salud riesgosa, de discapacidad severa. Ponerse en la piel de esas adolecentes violadas, de esa mujer víctima de agresividad sexual, o de un embarazo en condiciones médicas de alto riesgo. Hay que abandonar las limitaciones, los prejuicios, la visión de luz corta, de la negación de derechos humanos con inclusión de género y de vida en libertades para sentir y vivir el sufrimiento y trauma de la otra persona. Confieso que he tenido que acompañar en la consulta privada y en los hospitales, a parejas, donde la esposa ha sido violada y queda embarazada, y ella ni el marido desea el embarazo, los médicos la refieren a psicoterapia; o la joven embarazada del padrastro, con el que vive adentro de la casa y no desea continuar el embarazo por los trauma de la violación. Son temas de salud pública, de médicos, de mujeres, de familias y de las parejas. Donde cada caso es individual, posee su propia dinámica moral, religiosa, ideología, económica, social y psicológica. A cada realidad hay que acompañar, escuchar sin dirigir, sin culpabilizar, sin juzgar y sin victimizar. El psicoterapeuta motiva el diálogo, la frustración, el dolor, la rabia, la ira, el enojo, la culpa, la vergüenza, los tabúes, mitos y prejuicios. En cada uno hace paradas, atajos, se pone en la piel de la víctima, de la familia, de la pareja; les deja que reflexionen, que asuman su propias decisiones, valora los riesgos y las consecuencias, entonces, le acompaña con dignidad, con respeto en la decisión. Literalmente, hay que ponerse en la piel del otro para entender la existencia, la felicidad y la transcendencia de la vida, más allá de una letra en el código amparado en el miedo.

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