En la preocupación del caos y las Fuerzas Armadas

En la preocupación del caos y las Fuerzas Armadas

Aunque ocasionales apariencias parezcan demostrar lo contrario, nunca el desorden ha sido beneficioso. Ni siquiera para sus promotores, porque los propósitos que motivan su inducción están concebidos dentro de ciertos márgenes, que son prontamente rotos y sobrepasados por la enloquecida vorágine de la frenética violencia incontenible.

Cuando el encerrado vapor de la indignación y la ira popular encuentra una espita para salir, resulta incontrolable, indiscriminado e indireccionado. Una situación de caos no puede ser dirigida ni siquiera por quienes la crearon en favor de su propio beneficio, porque la efervescencia, el paroxismo, la marejada de pasiones desbocadas, obedecen sólo a la fuerza terrible del torbellino interno que las empuja. Así, excitar a unos contra otros viene a ser excitar a unos contra todos, de un bando o de otro. Trátese de contrarios, de contradictores o posibles disidentes de las directrices del partido político promotor de la barahunda.

Hay una serie de personajes que dejan a uno patidifuso. Cuando existen grandes problemas con el motoconcho, que es propiciador de delitos que, de tan cotidianos, han dejado de ser noticia publicable; cuando, inexplicablemente, es enorme la cantidad de motociclistas que transitan con una pistola bien a la vista -y que la esgrimen con la mayor facilidad para efectuar un robo o imponer su sinrazón- Pedro Franco Badía, Secretario de Interior y Policía, se propone abrir una oficina en Nueva York destinada a emitir y renovar permisos para el uso de armas de fuego, a lo cual se añade que el Consejo Nacional de Transporte del Plan Renove -dependiente de la Presidencia, por supuesto- se propone adquirir unas treinta mil motocicletas para sustituir las usadas por el motoconcho en todo el país.

¿Sustituir? ¿Van a destruir las viejas? No. Van a incrementar el caos con unos treinta mil aparatos zigzagueando con enloquecida arrogancia (son «padres de familia», ellos, los demás no). Se estima que l ocurrencia envuelve algo más de dos mil quinientos millones de pesos. Que se inventen fórmulas para justificar movimientos de millones de dólares y camionadas de pesos, no es nada sorprendente, pero llamar «transporte colectivo» a un moto que sólo puede llevar un pasajero además del conductor, parece un desborde surrealista.

Ahora, la noticia de que el presidente Mejía entregará personalmente las primeras motocicletas el próximo día 29, pero que los que opten por participar en el programa tienen que colocar en sus vehículos la bandera del PRD y promover la reelección, viene a ser la sublimación del impudor.

Arrecian los temores de que la violencia pre-electoral sea un instrumento para crear un clima que imposibilite o dificulte en gran manera la celebración de las elecciones del próximo 16 del mes próximo. El señor Sánchez Baret, que no sabe nada de «granadazos» y otras lindezas de su partido, afirma que el PRD nunca ha propiciado desórdenes (!).

Quiera Dios darnos luz, prudencia y logicidad en estos tiempos de insensateces, cuando los peligros alcanzan hasta las Fuerzas Armadas, como se intuía y fue confirmado el lunes 12 de este mes por el mayor general retirado José Eliseo Noble Espejo, ex jefe del Ejército, al considerar que las Fuerzas Armadas se han degradado «y se encuentran divididas en dos grandes frentes», según reportaje de Llenis Jiménez, publicado en este periódico el martes 13 de esta semana.

Las violaciones gubernamentales a la Ley Orgánica de las FFAA son extraordinarias, la «cualquierización» de éstas, como calificó Leonel Fernández a las actitudes del actual gobierno, ha llevado a que tengamos más generales que los más poderosos países del mundo y a que los dediquemos a tareas muy impropias de su rango.

Sorprende que el irrespeto que se observa en casi todas las dependencias gubernamentales hacia sus jefes, que lucen desautorizados por el Presidente, alcance hasta las FFAA. Las disposiciones del teniente general Soto Jiménez acerca de que los militares deben mantener se al margen de la política, son abiertamente desobedecidas, a menos que se haya producido una contraorden secreta. En ambos casos, algo grave.

No es que carezca de gravedad el hecho de que un subsecretario de Medio Ambiente autorice que descarguen toneladas de material evidentemente tóxico en dos sensibles puntos del país, sin aparente conocimiento del titular de la cartera, Frank Moya Pons. No es que carezca de gravedad el que, comprobados los daños que el Rockash ha infligido a numerosos habitantes de la zona -y quién sabe hasta que punto ha llegado ese polvillo maligno- todavía no se haya tomado una decisión ni publicado el nombre de los culpables de este crimen ecológico y se «esté estudiando» la composición química de un material harto estudiado en laboratorio del mundo. No es que carezcan de gravedad los disparates que nos agobian, pero lo de las Fuerzas Armadas es especialmente peligroso.

Aunque no existiera la división que señala el ex mayor general Noble Espejo.

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