«En las bodas yo siempre lloro de alegría»

<STRONG>«En las bodas yo siempre lloro de alegría»</STRONG>

Como decía Jesucristo “La verdad os hará libres” y me atrevo a agregar: Sobretodo si cuando la decimos, hay público”.

Lucas y Ainoha estaban comprometidos. Era lo natural casarse tras tres años de noviazgo y el convencimiento absoluto de que eran almas gemelas. La boda tendría tres cualidades, según la novia: solemne, exquisita e inolvidable. Y así  mismo fue!!!! 

Todos los que fuimos invitados a la ceremonia por la iglesia, nunca podremos olvidar el momento más esperado, durante toda la noche:  el momento solemne cuando los novios pronuncian  sus votos realizando la entrega mutua que constituye la materia y forma del sacramento del matrimonio.

Ese momento en que la voz nerviosa e impaciente de Lucas sonaba como un canto inmaculado, de ángeles, lo recuerdo perfectamente y decía: “te quiero a ti y te tomo por esposa, y me comprometo a hacer crecer nuestro amor día a día, a esforzarme siempre, pase lo que pase, y a trabajar juntos por el futuro que esperamos, para que nuestras vidas lleguen a ser estímulo de alegría y de esperanza, y nuestro matrimonio sea señal de la presencia de Dios entre los hombres, por eso yo, Lucas Alberto Hernández, te acepto a ti Ainoha Cristina Guzmán como mi esposa y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida”. 

Había llegado el turno de Ainoha, que estaba allí tomando las manos de su amado, sublime, vestida de blanco. Y justo ahí, ella logró, lo que había querido que su boda tuviera, las tres cualidades: solemne, exquisita e inolvidable. Estas fueron sus palabras: “Yo te he querido a ti, y te he pedido por esposo, y me había comprometido a hacer crecer nuestro amor día a día, a esforzarme siempre, pase lo que pase, y a trabajar juntos por el futuro que esperamos, para que nuestras vidas llegaran a ser estímulo de alegría y de esperanza para todos y nuestro matrimonio fuera señal de la presencia de Dios entre los hombres, por eso yo, Ainoha Cristina Gumán NO te acepto a ti Lucas Alberto Hernández, como mi esposo NI prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, Ni amarte Ni respetarte todos los días de mi vida. Porque ayer por cosas del destino te ví mientras salías de un hotel, con alguien que yo pensaba era mi amiga, y que está parada aquí, viendo este circo, esperando firmar como testigo”

Al escuchar esta historia, reflexioné sobre la ecuación de estupidez extrema, que hacen los hombres de “elegir” como esposa a la mujer que “se dá su valor”, ecuación basada en: cuánto trabajo pasé para conquistarla. EL valor de una mujer no está determinado por cuan rápido se desnuda,  el valor de una mujer está determinado por el precio que está dispuesta a pagar por su libertad.

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