Marco Tulio Cicerón (106-43, a.C) mantiene una posición inamovible como orador excepcional a través de la historia. Pero él vuela más alto. Su formación, enriquecida como discípulo de un haz de filósofos de diversos lineamientos, así como profesores de ciencia y derecho, le permiten una amplitud visual y conceptual difícilmente obtenible, aún más hoy, cuando el mundo se achica, se limita en estrechos espacios de especialidades que permiten, autorizan y validan el cómodo desconocimiento del funcionamiento humano como totalidad interactuante.
Habiendo estado siempre interesado en la amistad, con todas sus dificultades, no podía dejar de leer atentamente el diálogo de Cicerón sobre el tema: Lælius, de amicitia (Lelio, o de la amistad).
La amistad requiere desprendimiento, integridad, valentía un conjunto de virtudes difíciles y exigentes de integridad y convicción.
Cicerón, en su Tratado mencionado, nos dice que hablar claro es causa de problemas ( ) pero la complacencia es realmente causa de mayores problemas porque al perdonar o ser indulgentes con las faltas del amigo, lo hacemos precipitarse en la ruina. ( ) Pero si los oídos de un hombre están tan cerrados a que le hablen claro que no acepta escuchar la verdad de un amigo, nosotros podríamos abandonarlo desesperanzados..
Aquí Cicerón acude a Marcio Porcio Catón, elogiando su agudeza, y lo cita: Hay gente que más le debe a amargos enemigos que a los que aparentan ser agradables amigos: los primeros a menudo dicen la verdad, los últimos, nunca.
También menciona la veracidad de la frase de su amigo, el comediógrafo romano Terencio, quien en su comedia Andria dice: La complacencia nos otorga amigos, el claro hablar, odio.
El problema es que a los poderosos les place sobremanera el arrullo, la nana adormecedora de los elogios y el trompeterío resaltador de sus éxitos (con o sin comillas).
Así, la mejor manera de progresar es alabar, más y mejor, las supuestas virtudes del poderoso.
El prolífico escritor francés Honoré de Balzac aconsejaba en una de sus novelas, El lirio en el valle, obra que él consideraba una de las piedras mejor labradas de su edificio literario según escribe en su dedicatoria al Dr. Nacquart, aconsejaba, repito: Si os ligáis con unos hombres más íntimamente que con otros, sed discretos, como si debiérais un día tenerlos por competidores o por enemigos.
Muchos habrán escuchado aquello de El amor y el interés se fueron al campo un día/ y más pudo el interés que el amor que le tenía.
Por eso las dificultades de la amistad. Hay personas con las cuales a uno le agradaría mucho tener cercanos nexos de amistad, pero o tienen más o tienen menos, o se sienten competidores y sobreviene la sospecha, en ambas partes, de que se buscan ventajas de algún tipo.
Lo penoso es que a menudo resulta ser una realidad.