En los trillos de Sodoma

En los trillos de Sodoma

PEDRO GIL ITURBIDES
Por denuncias que recibiese de diversas personas, la Fiscalía del Distrito Nacional allanó un cafetín el viernes pasado. En el interior encontraron hombres y mujeres desnudos que se contorneaban al compás no solamente de la música, sino del contento de los asistentes. Jóvenes y no tan jóvenes asistían a un espectáculo que prueba que Sodoma y Gomorra no desaparecieron del todo. Y para que los fiscales actuantes sepan que esa sórdida vida no acabará, una jueza dispuso la libertad de los propietarios del negocio.

Lo cierto es que la vida se ha deteriorado en extremo. Pederastas, ninfómanos, sodomitas, sádicos sexuales y otros especímenes vuelan hacia República Dominicana atraídos por nuestras facilidades. Entre saltimbanquis y saltamontes ofrecemos a nativos y extraños todo cuanto la imaginación más encandilada se complace en alucinar. Y padres y tutores, demasiado ocupados en rebajar libras o aumentar pesos, permiten a sus hijos compartir con estas excreciones sociales.

Estas bajezas jamás han sido derrotadas. Pudo el hagiógrafo soñar que con la destrucción de las ciudades concupiscentes del principio de los tiempos se erradicaba la perversión. Pero no es así. Las sociedades tienen que resguardarse de esta amenaza mediante la constante promoción de una vida moral.

Pero el afán de lucro de unos se junta con la inmoralidad de los otros, y entrambos arropan a una autoridad demasiado ocupada por la sed de lucro. Afán que, por cierto, cabe en la misma tinaja en que vagabundeaban los del cafetín.

Y cuando “al amparo de la ley” la justicia no encuentra cómo sujetar la brida de la inmoralidad, se ofrece amparo y protección a este tipo de negocios inmundos. En vano se intentará reconstruir una Nación cargada de dificultades. Porque todo en la existencia de los seres humanos, y de las sociedades, se halla concatenado. Los ladrones, asaltantes y asesinos que sorprenden a la gente en sus casas, y por calles y caminos, repiten el patrón de ausencia de principios morales que los fiscales encontraron en el cafetín.

Aunque la jueza no lo advirtiera. Y debido a ello es tan difícil reencausar al país por senderos de bienestar. Porque éste no resulta únicamente de las satisfacciones que alcanzamos por tener un mendrugo de pan. También suele venir el bienestar acompañado de formas de convivencia en que resalten los conceptos éticos en el comportamiento de los seres humanos. Y si la autoridad no nos dirige a ello, o nos defiende del mal, en el camino encontraremos muchos escollos.

Pero la pregunta clave sigue dándome vueltas en la cabeza. ¿Dónde estaban padres y tutores de los jóvenes encontrados en el cafetín? ¿Dónde creían ellos que se hallaban sus hijos en las horas del nuevo día en que fueron encontrados por los ayudantes de fiscal en el antro de perversión? ¿Qué lecciones creen estos padres que aprendían sus hijos en ese lugar de inmundicias? Sigo pensando que la reducción a cenizas de Sodoma y Gomorra es un proceso que no concluyó en los días en que se escribió ese capítulo del Génesis. Todavía andamos, todos, por los caminos de esas ciudades que simbolizaron el mal.

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