En Monte Plata, tormenta dejó “grave lesión” a la   agropecuaria

En Monte Plata, tormenta dejó “grave lesión” a la   agropecuaria

POR LLENNIS JIMENEZ
MONTE PLATA.-
Ayer, a las 6:00 de la tarde, un grupo de campesinos se contaban sus penas, sentados en  bancos, debajo de un árbol del Cruce de Chirino.

Al otro lado de la comarca, el agricultor  Emeterio de los Santos daba gritos como un niño al enterarse de que el arroz que había cortado, se lo sepultó el agua.

Dramas como estos se viviían, además de que la  tormenta Noel arruinó la agricultura,  la ganadería y las crianzas de cerdos de  la mayoría de los campos de esta provincia, como consecuencia del desbordamiento de los ríos Ozama, Savita y Cabón.

Aunque los daños no han sido cuantificados,  sólo en  batey Chirino acabó con  los cultivos de arroz, de yuca, de auyama y de algunos frijoles, tras ahogar a una persona.

La víctima es Mario Tolentino, de 21 años, quien se ahogó en la noche del pasado martes, en el río Yabacao.

  En cuanto a los daños a la producción, en  Chirino, San Rafael, La Bija,  La Cagua, El Talao, se estima la pérdida de más de 400 tareas de arroz. Los dueños de propiedades de Chirino establecen que las aguas les arrastraron 15,000 tareas. La crecida de los ríos y todos sus afluentes mantienen  inundadas a 23 viviendas de las más de 50 familias que ocupan batey Chirino, donde ayer los agricultores describían la dramática situación, para la que tienen un calificativo: irremediable.

Chirino, donde están latentes los rastros de los estragos más severos, se trata de una comunidad de hombres y mujeres que viven de la agricultura.

Quedaron en cero y sin fuerzas económicas para recuperarse del duro golpe que les provocaron los ríos, los que paradójicamente fueron el sustento de esta productiva  localidad.   El transportista Juan Hubieres indicó que las lluvias ocasionaron un desastre en Monte Plata, y que supo que se les envió alguna asistencia.

Pero hay inconformidad entre estos agricultores, hombres y mujeres, que con rostros compungidos narran como lo perdieron todo en sus conucos.

Algunos afectados

El  agricultor Juancito Moreno Rosario explicó que el agua le destruyó 15 tareas de arroz y varios víveres.

 Julio Guzmán Linares quedó sin ocho tareas sembradas de arroz en Jonuco de Chirino, donde está la principal producción. “El río se llevó dos mis dos conucos, uno con 20 tareas de arroz”, lamentaba  María Consuelo Peña.

EN CHIRINO: SON POBRES EN MEDIO DE LA RIQUEZA

  La naturaleza ha sido cruel con las familias de Chirino, porque viviendo rodeados de una amplia producción de palmas africanas, materia prima de un tipo de aceite, carecen de todo lo que precisan para vivir.

 No es que les falte algo, no, es que no tienen prácticamente nada. Hasta la vía de asfalto se interrumpe a la entrada de este poblado de Monte Planta, y a su gente se le engaña con un falso letrero que anuncia una distancia de cinco kilómetros hacia dentro, cuando la realidad es que son más de 20 kilómetros los que deben transitar en lo que aparezca: autobús, parte trasera de una camionera, un motor o un caballo. Cada viaje que se les ocurra y necesitan hacen, tiene un costo de 50, 70 y 100 pesos, pero de ninguna actividad se puede obtener una cifra de estas con facilidad.

  A la gente se debía pagársele para que vivan  aquí. Estar en batey Chirino es como estar “fuera de la gracia de Dios”. No hay carretera, tampoco agua potable. La energía eléctrica es precaria y el trayecto a las localidades más pobres se describe con dos palabras: hoyos y lodos.  Los residentes de Chirino, San Rafael, La Cagua, El Talao, como  Idalia de Soriano, que llegó aquí en 1982, perdieron las variadas fechas en que les prometieron la reconstrucción de la carretera que fue quemada en 1972, por órdenes del presidente Joaquín Balaguer.

 En el anterior cuatrienio les colocaron el tendido eléctrico, pero las bombillas de los caminos se dañaron. Las noches son “como la boca del lobo”. Dejamos anoche el poblado a las 7:10, y a nuestro paso, no se veía ni una luciérnaga. Los habitantes de esta parte tienen seis meses del año de intensa sequía, con polvo hasta en las camas,  y otros seis meses de lluvias,  sumergidos en el fango. No conocen de planes, ni de ayuda.

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