Siempre se oyó decir a Estados Unidos que la libre competencia era el motor del desarrollo y sobre esa base la principal crítica a las naciones socialistas que aplicaban el modelo soviético era el de la centralización de la economía como factor determinante que cercenaba la competencia y, en consecuencia, limitaba el desarrollo. Efectivamente, fue la gran limitante económica del por entonces autollamado “socialismo real”. Ahora, sin embargo, ante la dinámica inversionista china en ciencia y tecnología se recurre a medidas extraeconómicas para intentar frenar y dificultar el desarrollo del “socialismo con características chinas”.
En Washington hay sectores, dentro y fuera del gobierno, que no pueden convivir con la idea de que China les arrebate el liderazgo en áreas tecnológicas y científicas; consideran que ya es bastante con lo que han perdido en posiciones globales en términos de producción industrial y comercio. Visualicemos con claridad el dilema. No es solo un problema de orgullo nacional o amenazas a la hegemonía; se trata de negocios y posibilidades financieras y en la sociedad estadounidense todos sabemos que “business are business”. Nadie duda hoy que China es el líder en uso de la tecnología 5G, de ahí la obsesión enfermiza contra Huawei, compañía que – con mucho – se le reconoce mundialmente el liderazgo. Las proyecciones apuntan que en 2035, a través de la 5G, se estaría moviendo un volumen de negocios que rebasará los 12 mil millones de dólares; la clientela china de telefonía móvil es tres veces superior a la norteamericana, – lógicamente esa relación continuará subiendo -, además gastan 50 veces más porque usan sus smartphones hasta para pagar. El ciudadano chino prácticamente no usa tarjeta de crédito para sus necesidades, tiene una aplicación en su móvil con la que resuelve todas sus necesidades. Como dije en un artículo anterior China desarrolló un mecanismo “inhackeable” mediante tecnología cuántica que le asegura un gran mercado comercial.
El potencial de la economía china es tal que cuando decide invertir en algo lo hace en grande, tiene recursos para ello y un cuerpo de científicos envidiables. Los laboratorios para aplicaciones cuánticas son considerablemente caros. La Casa Blanca intentando no quedar rezagada convocó una reunión con académicos, funcionarios y representantes de compañías tecnológicas punteras como Alphabet, IBM, JP Morgan Chase, Lockheed Martin, Honeywell y Northrop Grumman, con el objetivo de definir estrategias en ese campo y fortalecerlo y anunció una asignación de US$ 249 millones para ejecutar 118 proyectos. China también está en esa dirección pero disponiendo de recursos difícil de igualar; se trata de decenas de miles de millones de dólares. La reacción estadounidense ha sido, ante sus limitaciones, apelar a represalias y medidas agresivas. Cualquiera puede darse cuenta que una nación con tal disponibilidad de recursos, recordemos que ya les dije que tiene un superávit anual del 30% del presupuesto, con una masa de científicos y decidido a globalizarse y ocupar un lugar destacado en el escenario mundial, es imposible de detener. ¿No sería más inteligente cooperar y unir esfuerzos para bien de la humanidad y de todos y cada uno de los actores?