El ex presidente Leonel Fernández fue sorprendido, a finales de septiembre, en Manhattan, Nueva York, con una manifestación de repudio y la noticia trascendió en el país, pero pocos enfocaron el hecho desde su componente de irrespeto a la figura del ex mandatario en otro país y la provocación de sus adversarios presentándose a un escenario preparado para él, con todo el derecho que le asiste a realizar actividades proselitistas con sus partidarios. Los manifestantes procuraban denunciarlo públicamente como corrupto y ladrón, calificativos que, hasta no ser probados mediante los debidos procesos de Ley, no le corresponden, ni a él ni a ningún otro ciudadano.

Sobre lo ocurrido el miércoles 5 de noviembre en curso frente a un hotel de esta ciudad, donde se presentó el ex presidente ante un auditorio de comensales que pagaron mil dólares por cubierto, y donde una dama fue agredida física y verbalmente por un grupo de partidarios del ex gobernante aparentemente contratados para evitar la repetición de la protesta de Nueva York, mi hipótesis es que la consigna fue: ¡Que no se repita lo de Nueva York!, y se preparó un comité de recibimiento a los posibles revoltosos que, avisados por algún calié sobre los palos y bates portados por los del comité, no acudieron, pero los “bateadores” (incorrectamente llamados “paleros”) no quisieron quedarse sin coger sus turnos y justificar su paga y cargaron contra periodistas que cubrirían el evento.

Una dama, desinformada de la suspensión de la protesta, estuvo en el lugar y recibió parte del “trabajo” encargado al comité de recibimiento y aterrorizada, sin proponérselo, le robó el “show” al ex presidente.