En pasado y presente II

En pasado y presente II

El imperio romano: “también experimentó fenómenos de rápida aculturación, colocó en el gobierno a hombres que pertenecían a razas que doscientos años antes habrían sido consideradas inferiores, y desdogmatizó muchas teologías. Durante el mismo periodo, el gobierno adoró a los dioses clásicos, los soldados a Mitra y los esclavos a Jesús. Por instinto se perseguía a la fe que, a la larga, parecía más letal para el sistema, pero, en general, una gran “tolerancia represiva” permitía aceptarlo todo”.
La reproducción de estos párrafos completos de Umberto Eco ofrecen al lector la oportunidad de comprender el sentido de su argumentación sobre la decadencia. Lo que ocurrió en el mundo antiguo con el imperio romano, está ocurriendo con el imperio norteamericano en la actualidad. En los centros comerciales de los Estados Unidos el consumidor tiene acceso a todos los productos de la economía y de la cultura. Puede adquirir una Biblia católica, un Talmud de Jerusalén, un mazo de naipes del Tarot, una tabla de espiritistas para deslizar la “ouija”, un libro de ejercicios de yoga, el Tao Te king de Lao Tse, o un tratado acerca del budismo zen.
Las comparaciones de Umberto Eco son las de un europeo culto que estudia un Nuevo Mundo “semisalvaje”. Tal vez del mismo modo miraron los griegos a los poderosos romanos. Para los europeos del siglo XVIII Benjamín Franklin era “el primer americano civilizado”. Los cronistas de Indias fueron etnógrafos primerizos; ellos describieron las costumbres de los pueblos aborígenes de América. En muchos casos los cronistas -frailes misioneros en territorio habitado por infieles-, hicieron listas con los vocablos indígenas y formularon las primeras gramáticas de las extrañas lenguas del continente americano.
A pesar de que los habitantes actuales de las ciudades de América son descendientes de las razas colonizadoras, o mestizos procreados entre indios y europeos, o mulatos hijos de europeos y antiguos esclavos negros, se ha mantenido en el viejo mundo la misma actitud patriarcal de los cronistas de la colonización. Se conserva la mentalidad de Juan Ginés de Sepúlveda, relator de Carlos V y de Felipe II. El “derecho de gentes” para los pueblos de las nuevas tierras descubiertas no podría ser el mismo de los descubridores.

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