Cuando hablamos de crisis existencial, nos referimos a una crisis emocional con profundas contradicciones en nuestra propia vida, es decir, cuando buscamos resistirnos a luchar con nuestros propios valores, objetivos, virtudes y defectos, como si quisiéramos construir una persona nueva y distinta a la que ya somos. Como tal, es un concepto que se deriva del existencialismo, una corriente filosófica que postula que el conocimiento de la realidad se fundaba en la experiencia propia del individuo con su realidad inmediata, y se propone indagar sobre el significado de la vida.
De allí que los individuos que atraviesan crisis existenciales se caractericen por sentirse permanentemente vacíos, desanimados y desmotivados; atraviesen períodos de intensa tristeza y desasosiego, y se les desate un temor consciente o inconsciente asociado a la idea de la muerte.
Se da generalmente en aquel momento de nuestras vidas donde intentamos cambiar de dirección sobre el rumbo que hemos estado siguiendo, ya que las crisis existenciales suelen traducir cambios en la homeostasis psíquica personal, la cual se desencadena con la formulación de una pregunta básica, “¿cuál es el sentido de mi vida?” o “¿por qué nunca soy feliz?”, pregunta que puede adoptar muchas otras formas cómo “¿para qué vivo?”, “¿qué hago yo en este mundo?”, “¿qué haré con mi vida?”, “¿existe vida después de la muerte?” o “¿de qué sirve la vida si todos vamos a morir?”.
Una crisis existencial puede aparecer cuando las respuestas a ciertas preguntas sobre el significado y el propósito de la vida (y sobre nuestra función en ella) no nos resultan válidas, satisfactorias y, por lo tanto, no nos permiten encontrar la paz interior. Reflexionar sobre la vida y no saber qué meta perseguir para alcanzar la realización personal puede llegar a ser mentalmente agotador. La determinación y las metas personales es seguro que nos ayudarán a encontrarnos mejor.
En plena crisis existencial, es común levantarnos sintiéndonos diferente y con un extraño aburrimiento, evidenciando repentinos cambios de ánimo, y sintiéndonos que no queremos hablar con nadie o casi nadie de nuestra vida personal, pasando una sensación interna de insatisfacción generalizada así las cosas estén marchando bien, porque lo que antes nos gustaba y motivaba ha perdido valor, por lo que enfrentamos ese sentimiento de hacer cambios en nuestro estilo de vida.
Aunque es preciso señalar que no todos los individuos padecemos crisis existenciales y no todos los que las sufren las viven de la misma manera. Hay quien la experimenta durante breves períodos, que se circunscriben a etapas específicas de la trayectoria vital; y otras tantas, que por su parte, pasan su vida incitado por ellas.
No hay dudas de que esta crisis existencial puede ser el acontecimiento más trascendental e importante que nos pueda ocurrir durante el transcurso de nuestras vidas. Si ésta es adecuadamente resuelta, nos permite adquirir un sentido de auto-suficiencia moral y personal que puede repercutir de modo favorable por el resto de nuestra existencia.
El existencialismo sugiere que cada individuo tiene la capacidad de elegir los parámetros de su propia existencia. Elegir el propósito y el significado de nuestra vida por nosotros mismos, sin ayuda externa, podría ser la clave para resolver una crisis existencial.
Uno de los hallazgos más saludables para quien se encuentra en plena crisis existencial, es encontrar un proyecto vital en el cual verter nuestros esfuerzos, que le dé dirección a nuestras acciones. La identificación con doctrinas filosóficas o religiosas, en estos casos, pueden ser de gran utilidad a la hora de orientar nuestros propósitos existenciales.