En primera persona

En primera persona

POR MU-KIEN ADRIANA SANG
Así como la juventud tiene sus ilusiones, así suele tenerlas también la vejez; y las mías consisten en creer que podemos esperar mucho de nuestros compatriotas, si las clases directoras de la sociedad toman sobre sí el empeño de predicar las sanas doctrinas y con preferencia a todas ellas la que recomienda fiel observancia del Pacto Fundamental. Ulises Francisco Espaillat.

Podría escribir un pliego de cosas en torno a la Constitución Dominicana. Tomar el camino del simple recordatorio histórico y rememorar acríticamente el “glorioso” hecho histórico, repitiendo nueva vez que el 6 de noviembre de 1844, después de un largo proceso de discusión en la Primera Asamblea Constituyente, se promulgó la Primera Constitución Dominicana. Había nacido el Estado Dominicano. Podría enaltecer el hecho, olvidando el artículo 210 que impuso Pedro Santana, el líder caudillo de la época, para otorgarse poderes extraordinarios. Podría también unirme al coro que aplaude los desfiles de los escolares, a quienes conminan a caminar, bajo un ardiente sol, sin saber cómo ni por qué. Podría unirme al grupo que aplaudirá los discursos que pronunciarán funcionarios públicos, quienes en su afán por destacarse, pronunciarán una perorata política, repleta de palabras rimbombantes, vacías, tradicionales y plena de alabanzas al nuevo dueño de la situación. Podría escribir como lo he hecho tantas veces, que en estos 160 años de vida republicana, hemos irrespetado sistemáticamente la Constitución. Que los grupos en pugnas han buscado legalizar sus intereses, imponiéndose a la fuerza. Repetir que en el siglo XIX, tuvimos 18 Constituciones, 17 modificaciones, una de las cuales impuso la ridícula, sorprendente e irrisoria cifra de 1 año para el período presidencial. Podría lamentar cómo los conservadores baecistas desconocieron la Constitución de Moca, la única pieza liberal de ese siglo, para imponer la suya a imagen y semejanza del nuevo grupo caudillista. Podría seguir diciendo que en el siglo XX contamos con 17 Constituciones. Podría recordar que la de 1963, promulgada en el gobierno de Bosch, fue una aspiración democrática efímera, y que la del 1966, la de Balaguer, fue una verdadera Carta Magna plenamente conservadora, pero sin duda alguna la más duradera. Podría recordar que en 1994 la modificamos al vapor, producto de una crisis política sin precedentes, y de un fraude electoral también sin precedentes. Pero que sa nueva revisión introdujo nuevos y modernos elementos de un Estado Democrático Moderno. Podría decir que un grupo de “pepehachistas”, movidos por el mismo interés espurio que motivaron las treinta y tantas modificaciones, motorizó a base de “papeletas” y de poder impuesto una nueva modificación constitucional para introducir la reelección presidencial, prohibida por la modificación anterior. Podría decir que Santana sigue vigente, pues con numeraciones diferentes, el artículo sigue presente hoy numerado con el 55. Podría decir que existen movimientos abiertos y soterrados de grupos políticos para propiciar una nueva reforma. Quieren unir las elecciones presidenciales y congresionales, para volver al arrastre. Podría decir que un sector de la sociedad civil que auspició una reforma integral de nuestra Ley Fundamental, piensa erróneamente que con esta reforma se solucionan todos los males nacionales; más aún, que podrían introducirse cambios profundos, proponiendo un pliego tan amplio de derechos civiles que el texto constitucional se convertiría en una enciclopedia, tan inmanejable como absurda.

Podría decir que me asusta la propuesta de algunos sectores de que debe auspiciarse una nueva reforma, pues a veces pienso que al abrir esa compuerta podrían aparecer muchos demonios.

Podría repetir que sueño con una verdadera reforma que refleje la visión de país que deseamos construir. Expresar nueva vez mi sueño de que las figuras del Referéndum y del Plebiscito sean integradas en el texto constitucional, ya que le otorga a la ciudadanía un poder de decisión sobre temas fundamentales.

Podría decir, escribir tantas cosas, pero me siento cansada, y por qué no, triste también, porque tengo la certeza de que este 160 aniversario de la Constitución será tan rutinario como siempre. Escribo este artículo días antes de su celebración, pero será publicado el mismo sábado 6 de noviembre. Y mientras alguien lee este Encuentro, es posible que la televisión esté transmitiendo el desfile de los escolares que obligaron a almidonar sus uniformes para salir a la caminata acostumbrada frente a las autoridades que les sonreirán y le dirán adiós. Es posible también que habrá alguno escuchando el repetitivo discurso del funcionario de esta administración que se reestrena. Como día feriado que es, habrá grupos en los barrios jugando el dominó, haciendo sus estruendosos ruidos, riendo de su jugada, sin recordarse que hoy se celebran 160 años de promulgada la primera Ley Fundamental de este país que tanto amamos y tanto sufrimos.
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msang@pucmm.edu.do

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