En procura de un arreglo interno

En procura de un arreglo interno

La armonía interna de la Junta Central Electoral (JCE) se ha visto afectada por disparidades de criterio entre sus miembros, que frecuentemente son aireadas al público través de los medios de comunicación. La situación es preocupante, no solo  para  la sociedad como tal, sino también para  un poder del Estado como el Congreso Nacional, que aspira a promover una solución.  El presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez, ha declarado que propondrá que una comisión mixta de la Cámara de Diputados y el Senado investigue esas discrepancias.

Lo razonable debe ser que los integrantes de la JCE procuren  dirimir sus diferencias como en las buenas familias, sin que sea necesaria la intervención de terceras partes. Los miembros de la Junta son gente que tiene una alta responsabilidad con la sociedad y lo único que cabe esperar es que todos sean consecuentes con ese compromiso. La meta de cada uno de ellos debe ser lograr  una gestión correcta, apegada a las normas que rigen sus actos.

Exhortamos a los componentes del Pleno de la JCE a abrirse a un diálogo franco y a concentrar sus esfuerzos en procurar  la recomposición de  la armonía. Un protocolo  de conciliación debe estar activo siempre. La función de cada uno está bien definida, como lo está la del Pleno. Ellos deben ser capaces de armonizar  internamente sus diferencias.

 Hacer sentir las consecuencias

En este país, las sanciones por cruzar una intersección estando el  semáforo en rojo no pasan de una multa ridícula y un par de horas de detención. Y eso así, solamente cuando el infractor cae en manos de un Amet dispuesto a hacer cumplir la ley. Esta infracción,  el exceso de velocidad y el manejo temerario, deberían tener carácter criminal, pues cada violador sabe que su conducta pone en riesgo  vidas humanas.

 Otra fragilidad es que la vigilancia del tránsito tiene horario. Cuando termina el trabajo de los Amet, la seguridad vial queda a merced de los violadores. La organización del tránsito necesita tres herramientas fundamentales: voluntad de enfrentar el problema, educación vial continuada y una ley lo suficientemente ruda como para disuadir a los violadores impenitentes. Mientras los transgresores no sientan que sus actos les acarrean consecuencias, será difícil organizar esta selva.

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