En Puerto Plata latía la rebelión

En Puerto Plata latía la rebelión

La juventud puertoplateña fue opuesta a la cínica y ramplona satrapía que personificó Rafael Leonidas Trujillo. Esa juventud anhelaba la hora de la justicia popular. Así, en los inicios del bestial mandonismo, una noche tenebrosa cinco sayones, jinetes sobre caballos quitados por la fuerza a humildes campesinos de Joba, trotan por la atlántica playa rumbo hacia Puerto Plata.

En su largo trotar ahitos de abusos y tropelías, van repartiendo tropelías, bofetadas y latigazos. En fin, van sembrando terror y el espanto. Son cinco verdugos de la naciente y vergonzante tiranía que iba a azotar la  “Viña de Nabot”. Estos cinco malandrines van a cumplir una orden impartida desde la capital. La perversa orden entrañaba el asesinato vulgar de un hacendoso y honrado agricultor de nombre José Joaquín Pe1egrín (Cu1u1a). Para los fines trujillistas de sembrar el miedo e implantar el terror a nivel nacional, Culula amaneció despanzurrado al lado de una empalizada, de una cerca de verdes mayas plantadas por sus manos callosas y honradas.

En Puerto Plata, citadinos y campesinos se estremecieron frente a tanto salvajismos, era realmente  lo nunca visto hasta entonces en esa tierra de valientes y civilizados ciudadanos.

El grave delito de Culula Pelegrín consistió en recibir en su casa como visitante inesperado al valiente general mocano Cipriano Bencosme, a quien ya la muerte le seguía los pasos. Cipriano les había predicado a sus amigos de Moca que el sujeto que tumbó a Horacio Vásquez en el 1930, al principio usaría a unos guantes de hierro, luego tendría manos de seda y finalmente con las miradas metería mucho, muchísimo miedo.

Al que mató al general Bencosme, allá por el 1951 y el 1952, de noche se veía por las inmediaciones de El Trocadero y del  Hotel China, presentándose con mucha jactancia como: “Yo soy el mayor Ismael de tal. Yo fui que maté a Ciprano Bencosme”.

Sacaba enseguida una cartera, para mostrar una fotografía de una joven, diciendo: “Esta es hija mía. E1 ilustre jefe me la tiene en el colegio La Inmaculada de La Vega. Y después vendrá para la universidad”. Es importante decir que cuando asesinaron al general Bencosme lo tiraron en una yagua, en una calle de Moca.

Y el periodista Armando Almánzar Veras, el que escribía “Los Gazapos” en HOY, junto con diez o doce mocanos llevaron al general Bencosme al cementerio y dijo un panegírico.

Y en Nueva York un esbirro de apodo Chichí (F. R.) pensando que le disparaba a Ángel Morales, por letal confusión ultimó al hijo de don Cipriano que había sido ministro de Horacio Vásquez. Y que Sergio Bencosme se llamaba” ¡Cosas veredes Sancho amigo, que hasta las piedras hablarán!

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