En qué creen intelectuales y científicos

En qué creen intelectuales y científicos

Muchas gentes acuden a la ciencia y la filosofía con una actitud casi-irreflexiva de admiración incondicional, que no es distinta de la religiosidad de los que se aferran a ídolos y fetiches. Hubo una época que el marxismo funcionaba como un cuerpo de doctrinas que era más que pecado cuestionar.

Abundan los fanáticos de la ciencia y la tecnología, atentos a los últimos descubrimientos e invenciones, maravillados sin llegar a entender mucho acerca de cómo se obtuvieron esos conocimientos ni qué tan sólidos son sus basamentos.

La discrepancia entre el conocimiento sobre las verdades reveladas y los conocimientos basados únicamente en la razón y los sentidos, empezó muy temprano, cuando el hombre decidió andar su propio camino alejado de Dios. La Biblia ubica ese momento cuando Satanás le aseguró al hombre que llegaría a ser como Dios si decidía buscar el conocimiento por sus propios medios y para sus propios fines (Génesis 3:5).

Pero no es menor el atrevimiento de otros hombres, de manipular su conocimiento de Dios para someter y explotar a otros. Uno de los episodios más infortunados fue, precisamente, el de una iglesia que se atrevió a negar las verdades científicas a pesar de las evidencia, solo por imponer su dominio intelectual sobre estudioso que se hartaron de la tiranía espiritual e intelectual de los religiosos.

El hombre de ciencia arreció su orgullo, y negó lo espiritual, o lo redujo a los fenómenos electromagnéticos y físico-químicos que tienen lugar en la masa cerebral. No pocos hombres de ciencia e intelectuales han buscado ideas más afines con su forma de pensar. El budismo zen y Nueva Era han llevado millares tras los gurús, y han traído otros tantos a occidente, procurando esa armonización de sus mentes racionalistas, con esas concepciones orientales que hablan el lenguaje occidental de las ciencias naturales.

Se trata de una forma de ver el mundo como lo predijo el Enemigo en Edén: una manera de llegar a ser como Dios con solo lograr desarrollar la mente, el entendimiento, ayudado por ejercicios de respiración y otras técnicas, sin ocuparse del amor a Dios, y menos al prójimo.

La única vez que la India supo lo que era el amor al prójimo, fue probablemente cuando el misionero cristiano William Carey enfrentó el sistema de castas, e hizo prohibir que se continuara enterrando a las viudas con sus difuntos esposos. Y con la Madre  Teresa de Calcuta, cuya lucha por los pobres es demasiado conocida.

Jacques Maritain dijo una vez, que el budismo es una forma concupiscente de querer llegar a Dios por vía intelectiva.

La rebeldía humana contra todo orden y toda autoridad ha sido estudiada por Camus, Fromm y otros. Un novelista inglés decía por boca de uno de sus personajes: ‘Aceptaría la existencia de Dios siempre que no se meta conmigo’. Una forma de no eliminar a Dios de su vida, pero asegurándose  que él también era Dios a su manera.

El hombre moderno, inconscientemente, cándidamente, tiende a moverse en ese esquema. 

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