¿En qué está el cuartel?

¿En qué está el cuartel?

Los años en que los militares colocaban pañoletas en sus armas y desplegaban una fatal actuación a favor de un aspirante presidencial representan episodios afortunadamente superados. La democracia nuestra exhibe grados de madurez que han hecho del cuartel un espacio de obediencia al poder civil sin la menor posibilidad de perturbación del orden institucional. Excelente señal!

Una generación de oficiales superiores post-Joaquín Balaguer fueron seducidos por el criterio de desarrollar destrezas académicas y fascinación intelectual distantes del modelo cuartelario propio de la época de Concho Primo. No obstante, la noción de “gracia” y motivo de éxito tiene en la aproximación a exponentes de la clase política mecanismos que garantizan promoción en las jerarquías militares y policiales que estimulan un sentido de cercanía hacia dirigentes partidarios caracterizados porque la designación y ascenso obedecen a factores, en la mayoría de las ocasiones, donde la lógica de lo estrictamente político hace del agraciado rehén de su promotor y/o el partido en el poder.

Una larga estadía del partido gobernante controlando el Estado produce una automática relación con el mando militar. Así como el balaguerismo exhibió una tendencia de imponer lo “político” en las Fuerzas Armadas, descrita con singular inteligencia por Brian Bosch, en su libro Balaguer y los Militares, actualmente exponentes del cuartel parecen desbordar los ámbitos de actuación institucional para hacerse simpáticos al PLD y sus intereses. Una mala señal y motivo de atención no solo de la oposición sino materia para que la observación ciudadana inserte en el marco del debate institucional la posibilidad de repensar el rol y contexto de actuación en el marco de un siglo 21 que no excluye a ningún segmento de la nación respecto de comportamientos éticos, distantes del reloj electoral y apego a la carta fundamental y las leyes.

Cuando sectores de la sociedad abordan el tema de la corrupción, la reacción natural es enfatizar sobre el traslado vulgar de fondos públicos a bolsillos de políticos. Y es cierto, pero se excluye la modalidad de crecimiento patrimonial de un mando militar que toma ventajas a la sombra del clan partidario y que su movilidad financiera no parece “interesar” debido a que los temas del cuartel se “observan” y se esquivan con una complicidad alarmante. Por eso, al colgar el uniforme se activan en el militantismo fervoroso porque conocen los niveles de rentabilidad de la relación con la nómina y el Presupuesto nacional.

Los vericuetos en el aparato del Gobierno crearon las vías inimaginables para garantizarle ventajas financieras a los militares cercanos al poder. No hablo simplemente de ser jefe de Estado Mayor ni ministro de Defensa, sino de las modalidades conectadas en áreas administrativas que posibilitan manejo de recursos significativos y que desde el mando gubernamental se designan con la clara intención de intercambiar el favor de la acumulación a cambio de ciega lealtad política. Aunque parezca una información olvidada, pero el teniente coronel Jaime Reinoso Martínez hizo de público conocimiento su adhesión a un aspirante presidencial en medio de las primarias organizadas por la Junta Central Electoral. Más allá de la cancelación por su “exceso”, lo que debemos leer con racionalidad consiste en cómo el cuartel y/o algunos de sus exponentes parecen entusiasmados con no respetar normas constitucionales que lo limitan y castigan debido a presumir que, tal actuación equivocada desde lo institucional, lo colocan en la ruta de una gracia económica patrocinada desde la esfera política.

Todo el sentido de promoción del alto mando en las Fuerzas Armadas tiene una relación directa con los ascensos oficializados desde el año 2012 hasta la fecha. No es un hecho aislado. De ahí, la urgencia de que en la proximidad de un torneo electoral caracterizado por una voluntad de cambio, el cuartel mantenga su apego al orden constitucional para que el oficialismo no sienta que una de las herramientas a utilizar en procura de conseguir resultados favorables resida en el activismo militar transformado en electoral. La historia es ilustrativa: cada vez que un exponente del ámbito militar desborda su comportamiento con la definida intención de asociarse a una causa partidaria, el zafacón constituye su destino final.

El cuartel debe estar obediente y tranquilo. Así de sencillo!

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