¿En quién creer; de quién dudar?

¿En quién creer; de quién dudar?

Si del 25 de junio a la fecha la jefatura de la Policía ha cancelado a unos 3,000 de sus miembros -aproximadamente 10% del total- por ser cómplices o cabecillas de asociaciones delictivas, esto provoca en la sociedad dos sensaciones antagónicas. Por un lado es reconfortante el esfuerzo profiláctico que hace la jefatura, pero por el otro hay razones de sobra para agudizar el temor ante la ofensiva sin tregua de la delincuencia y la evidente falta de rigor al reclutar.

En su Pastoral, el Episcopado señala que la gente no sabe qué hacer ni a quién acudir por el estado de inseguridad. Y es que, a pesar del alto número de policías despedidos por delinquir, siempre queda la posibilidad de que muchos otros se hayan librado del cedazo y que el ciudadano acuda a ellos confiando en que recibirá la ayuda que merece. Dicho de otro modo, la gente tiene que cuidarse del delincuente y del policía.

Para más inseguridad, no se tiene la certeza de que a los policías cancelados se les dé seguimiento, lo que deja abierta la posibilidad de que se integren con más dedicación a las malas artes que provocaron su despido. Y es justificado temer que algunos de los cancelados por conducta delictiva logren “reengancharse” valiéndose de artimañas y turbias relaciones. Ya puede ver el lector cómo la noticia positiva de la profilaxis policial trae consigo una justificada dosis de preocupación.

HAITÍ: ESCOLLO DE LA REGULARIZACIÓN 

La parsimonia del Gobierno haitiano en la expedición de los documentos para sus súbditos es un serio obstáculo para la marcha del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros. Es una actitud contraria a la voluntad de miles de haitianos que quieren legalizar su estada en este país. La Confederación Patronal de la República Dominicana (COPARDOM), cuyos miembros han invertido para que mano de obra haitiana a su servicio pueda lograr el objetivo, ha expresado gran preocupación al respecto.

Ante esta traba, el Gobierno dominicano debe mantener invariable el plazo previsto para la conclusión del proceso, y el sector empresarial abstenerse de contratar indocumentados que vienen al país atraídos por la facilidad de encontrar trabajo. La comprensión y la condescendencia ante Haití ha agotado ya los límites razonables.

 

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