El 2015 ha sido terrible. Marcado por la tragedia, nos ha mostrado la peor cara de nosotros mismos. Cada hecho supera al anterior, lo que nos obliga a detenernos y pensar qué hemos hecho con esta sociedad. ¿Cómo hemos llegado tan bajo?

Todavía no habíamos superado la impresión de las muertes de Erasmo Antonio Medina Espinal y Yeral Pérez Pérez el domingo pasado durante el proceso interno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) cuando nos quedamos en shock, el martes pasado, con el homicidio de José Antonio Castillo de la Rosa, quien cometió el pecado de haber rozado el vehículo de su victimario.

Pocos minutos después llegó la otra funesta noticia: Juan de los Santos fue asesinado en su oficina de la Federación Dominicana de Municipios (Fedomu) por una deuda que no tenía que ver con él. Junto a él murió su guardaespaldas, Archi de Jesús Medina; y más tarde el matador, Luis Féliz Féliz, quien terminó suicidándose.

Cada una de estas muertes es absurda. Nadie debería morir por intereses partidarios, por un carro o por dinero. ¿Qué nos está pasando? ¿Desde cuándo la vida de los otros vale tan poco? ¿Qué ha hecho que seamos tan violentos y que reaccionemos de forma desmedida? ¿Por qué permitimos que la gente ande armada?

Son demasiadas preguntas. Muchas se quedarán en el tintero pero hay algo que no debemos perder de vista: la mayoría de los crímenes de hoy tienen su raíz en las apetencias y la vanidad. El deseo de poseer más, de querer cosas materiales que no podemos comprar, nos está enloqueciendo. En RD tenemos que volver a valorarnos, aprender a ser y no a tener.