Perplejidad es duda, confusión, irresolución, incertidumbre. Nuestra actualidad política provoca justificada perplejidad. Partidos políticos, dirigentes y legisladores han perdido
confiabilidad. Muestran innegable desinterés por nuestros
graves problemas.
Hablar de «mayorías desposeídas», del «flagelo de la pobreza», suena tan insincero que mueve a risa y relajo.
Las mentadas cúpulas partidistas son tan mafiosas como otras cúpulas de sectores de poder. Plutocracias colindantes con la delincuencia.
Hace décadas, los dirigentes eran más creíbles.
¿Se degradaron los líderes o mejoró nuestro conocimiento sobre
ellos?
¿Son realmente peores o es que los conocemos mejor? Tal es nuestra perplejidad.
Doloroso asunto.
¿Nos mantuvieron, acaso, engañados?