En sus 16 años: El PLD logró construir un régimen neototalitario

En sus 16 años: El PLD logró construir un régimen neototalitario

Por: Angely Moreno

Si existe algo inherente a la realidad es el cambio. Por eso, a cusa de los avances de la tecnología y las transformaciones sociales, también evolucionan las nuevas formas de control político.

En el caso del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en sus 16 años consecutivos de gobierno pudo instalar un neototalitarismo estructurado, que pudo controlar casi hasta el final de sus gobiernos con una seudo realidad o posverdad que hasta ellos mismos creyeron. Circunstancia levantada por un sistema de “opinantes públicos” a los que denominaron bocinas, que se sustentaban en todos los ecosistemas de interacción social con el mismo presupuesto del Estado.

Pero ¿a cuál neototalitarismo me refiero? Antes, los regímenes totalitarios se evidenciaban en la sangre de los adversarios que asesinaban y para hacer referencia a casos en particular de nuestro país podríamos citar el asesinato de los periodistas Orlando Martínez y Gregorio García Castro, jefe de redacción del periódico Última Hora; el atentado terrorista contra Juan Bolívar Díaz, la instalación de centros de tortura, entre otros.

El objetivo del régimen totalitarista es que un partido y/o persona controle todos los aspectos de la vida del Estado, impidiendo la intervención de otros para desequilibrar sus objetivos. En ese momento el objetivo era claro, silencio o muerte. Se instaló el miedo y el terror como mecanismos de control social en los 12 años de Joaquín Balaguer, conducta emulada del trujillismo.

El nuevo totalitarismo que instaló el PLD se trata de ponerle límites a la libertad de forma sofisticada, mientras el Estado ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones, haciendo uso de un aparato comunicacional que describía la realidad que desearon fuera percibida y se construyera en los cuadros mentales de los ciudadanos un esquema de ignorancia basado en la realidad que describen a su conveniencia.

“Una característica fundamental de estos regímenes neototalitarios consiste en que, aunque defienden la democracia como forma de gobierno, su práctica política niega los valores de la democracia en tanto lo que impera es una violación sistemática de los derechos humanos a través de prácticas correspondientes al terrorismo de Estado, las cuales son ocultadas y/o tergiversadas por un inmenso aparato de propaganda”, Miguel Albujas Dorta, filósofo.

El neototalitarismo instalado por el Comité Político del oficialismo permitió al PLD consolidar durante 16 años una corporación lo suficientemente poderosa como para generar un Partido-Estado en una república presidencialista, que le permitiera desarrollar redes de represión no convencionales en contra de aquellos que se resistían a su continuidad y hegemonía; como es el caso de los periodistas perseguidos, intimidados y sacados de sus espacios de trabajos, hasta llegar a un momento donde no había ninguno de ellos en los medios de comunicación tradicionales y acorralándolos a buscar nuevas alternativas de difusión con menos alcance, aunque la credibilidad les confirió transcendencia y vigencia.

Pese a sus intentos, la creación de programas reproductores de perfiles con comportamiento humanos en las redes sociales, el PLD no pudo frenar la gallardía de una sociedad que tiñó de verde sus calles durante un año. La infiltración semántica de las palabras corrupción e impunidad entre las preocupaciones principales de los dominicanos que se evidenciaron en las encuestas luego del 22 de enero del 2017.

No pudo frenar la frustración, indignación, pérdida del miedo y posterior empoderamiento de una clase media que fue punta de lanza en cada uno de los procesos sociales que dieron paso a la caída del gobierno morado.

Pudo incidental las elecciones de febrero con el voto automatizado, pero no pudo frenar la concentración simultánea de una juventud más interesada que nunca en la política en la Plaza de la Bandera. 

El PLD pudo inmovilizar la ejecución de la ley 15-19 por parte de la Junta Central Electoral; pudo encerrar a la oposición mientras llevaban a cabo una campaña electoral solitaria bajo la protección del Estado de Emergencia; pudo utilizar de manera burda y deliberada los recursos del Estado para favorecer a sus candidatos en las pasadas elecciones, pero no pudo controlar el voto de castigo del 5 de julio que se levantó en contra de la corrupción y la impunidad para cambiar el destino político de la República Dominicana.

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