En torno a Bauman: La sociedad sopa y la sociedad sancocho

En torno a Bauman: La sociedad sopa y la sociedad sancocho

Rafael Acevedo Pérez

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No puedo desprenderme de la discusión que he sostenido con amigos y colegas acerca de la ciencia y sus limitaciones. Ni del chiste de “los cangrejos de Nagua”, que también evoca la famosa metáfora del célebre Josué de Castro, el antropólogo brasileño que describía la pobreza en los barrios de Brasil, mediante lo que le llamó “el ciclo del cangrejo”; que consistía en que los pobres de las favelas junto al mar se alimentan de cangrejos; y estos, a su vez, se alimentan de los excrementos de los pobres.

Lo de los cangrejos de Nagua recurre en mi mente cada vez que veo intentos de hombres lúcidos y estudiosos tratando inútilmente de demostrar la existencia o no existencia de Dios a través de las ciencias naturales, la lógica o la filosofía. Y veo aquel borracho, que habiendo depuesto un líquido descompuesto en la playa, al aproximarse unos cangrejos, les dijo burlonamente: “Ustedes vienen con sus tenedores, pero esta noche lo que les tengo es sopa”.

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Nuestras ciencias no tienen los instrumentos para conocer acerca de Dios. Por lo demás, la lógica matemática o simbólica enseña que una cantidad finita, por grande que sea, cuando se divide entre lo infinito, da una cantidad infinitamente pequeña. O sea, el conocimiento humano, en relación a todo lo que existe, el espacio y el tiempo infinitos, resulta insignificante.

Esto parece importarles poco a científicos y a hombres que controlan el mundo. Pero tampoco le importa a muchísima gente común, especialmente a muchos dominicanos.

Uno de los pensadores más importantes de los últimos tiempos, el sociólogo polaco Sygmunt Bauman, caracteriza el mundo actual como una sociedad líquida, esto es, un sistema de relaciones sociales en estado líquido y volátil (¡Ay, los cangrejos de Nagua!). En la cual predomina una sociedad líquida, en la que la predomina un estado de incertidumbre provocada por la vertiginosa rapidez de los cambios, que debilitan los vínculos humanos. Y nuestro entendimiento de nuestra realidad y entre nosotros mismos; con resultados excesivamente perturbadores para países subdesarrollados; especialmente para “un país de dominicanos”.

Una tarde de 1960, en New York, mirábamos pasar un jet dejando una perfecta estela de vapor en un cielo perfecto de otoño; junto a nosotros se detuvo un caminante que, sin saludar, empezó a explicar las reacciones químicas que producían esa “estela vaporosa”. Cuando el individuo se marchó, Míster Henry me comentó: Ese tipo es dominicano. “Los dominicanos opinan de cualquier asunto sin saber nada al respecto”.

Factores diversos, tales como las enormes deficiencias de nuestro sistema educativo; la frustración generalizada de la población ante las aspiraciones que la política y el marketing le han insuflado a todos los niveles; la desconfianza respecto a sus dirigentes; y la increíble proliferación de los medios de comunicación individual y masiva; entre otros muchos factores, han llevado al hombre dominicano a un grado demasiado elevado de descreimiento en los patrones tradicionales de conducta; haciendo abundar la improvisación de conductas riesgosas e iniciativas individualistas y perversas. (Continúa)

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