En torno a cambios y esperanzas

En torno a cambios y esperanzas

Cierta famosa aria que compuso Donizetti en su ópera  “Lucia di Lammermoor”, pone en la voz de Edgardo (tenor), las siguientes palabras: “Tumbas de mis antepasados, preparáos para recoger el último vestigio de una infeliz estirpe” (Tombe degli avi miei, l’ultimo avanzo d’una stirpe infelice, deh! raccogliete voi).

En estos días de recordación duartiana, arropada de frustraciones por más de siglo y medio transcurrido desde la Independencia sin que hayamos podido hacer realidad el sueño del Fundador de la República, resultando todavía utópico el Ideario de Duarte, he pensado en el aria de Edgardo y en la tumba del Patricio –que en verdad es, como sucede con todas las tumbas, un punto físico de recordación a nuestro alcance, ya que el espíritu trasciende y  se adentra en el eterno misterio.

Pienso en las tumbas de nuestros antepasados que se sacrificaron en múltiples y dolorosas formas, con el propósito de lograr una República Dominicana digna, justa, libre  de males extremos y subordinaciones degradantes. 

No hemos sido consecuentes con ellos.

Los hemos traicionado. Pero me niego a creer que seamos, como refiere Donizetti: “el último vestigio de una infeliz estirpe”.

Estamos viviendo tiempos de cambios que se vienen acelerando desde el derrumbe de la enormidad de la Unión Soviética. Insospechables vientos de libertad y justicia empezaron a soplar tímidamente tras el aplastamiento del Eje Berlín-Roma-Tokio al fin de la Segunda Guerra Mundial y se fueron fortaleciendo hasta generar nuevas situaciones que produjeron el alzamiento de los Estados Unidos de Norteamérica como única superpotencia mundial, realidad que potencializó su arrogancia de policía planetario, con derecho a meterse en todo y en todas partes. Lejos o cerca de su territorio y sus territorios.

Pero el soplo de los cambios nunca ha podido ser detenido por murallas de recio poder. Las circunstancias y el cúmulo de errores producto de la altanería, la soberbia y las afectaciones de superioridad van minando, van debilitando el suelo sobre el cual se asienta el arrogante poder, y si no cambia, se hunde.

Afortunadamente llegó a la presidencia estadounidense Barack Obama  quien, de un modo u otro, hasta donde él demuestra querer o hasta donde le sea posible debido a las dificultades y obstáculos que le coloquen enfrente los tradicionales intereses del stablishment, afortunadamente –repito- llegó al poder un portador de esperanzas. ¡Dios lo ayude!

Hay que saltar, con una alta garrocha, sobre el tradicional fracaso de las “cumbres” y las “reuniones de fuerzas vivas de la Nación”, que dejan inmensas frustraciones porque no producen los cambios necesarios ni aquí ni en otros países. No producen    -repito- los cambios urgentes. Los adecentamientos inaplazables. Reitero que vivimos tiempos de cambios. Nadie, para sobrevivir victorioso, puede quedarse detrás. Se trata de lograr modificaciones urgentes y trascendentales. El conjunto de los participantes debe estar obligado, bajo sanción, a respetar los acuerdos y darle fiel seguimiento.

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