En torno a democracia, diversidad y verdad

En torno a democracia, diversidad y verdad

He insistido mucho acerca de la diversidad en la Creación. No existen dos piedras iguales, ni dos hojas, ni dos flores, ni dos frutos. ¿Podrían, dentro de esta visible realidad existir, no sólo dos seres humanos igualmente dotados para el bien o el mal, sino una multitud, por no extendernos al absurdo de que tal o cual raza es superior?

    ¿No teníamos por nuestros iguales a  uno que otro chistoso o agradable personaje que encontrábamos a menudo en alguna céntrica cafetería, ante un enorme vaso de batido de lechosa, granadillo o zapote, y que aparentaba no matar una mosca y resultó ser uno de los más creativos e inhumanos torturadores en el derrumbe de la “Era”?

   Cada ser humano es un misterio único.

   La democracia es, en verdad, una ilusión, una aspiración.

   Yo creo en la posibilidad de los ascensos, teniendo muy en cuenta que todo ascenso es difícil y doloroso. Requiere la terca energía de un propósito que parece enfrentarse a las esencias de la naturaleza humana.   Platón, en “La República” pone respetuosamente en boca de Sócrates (Lib. VIII, cap. IV) que “El deseo inmoderado de riquezas que inspira esta pasión, es la causa de la ruina de la democracia”.

    El ideal de Platón descansaba en una aristocracia seleccionada por la inteligencia:    “Las únicas personas capacitadas para gobernar son  aquellas que adquieren una concepción abstracta del Estado”. El desprecio de Platón por el gobierno popular fue debido, seguramente –afirma Raymond G. Gettell, profesor de la Universidad de California, en su “Historia de la Ideas Políticas”- a los excesos de la democracia ateniense.

    Y yo lo creo.

   Es que todo exceso es malo.

   Estamos viendo, los dominicanos, un exceso en las permisividades.  Y tal cosa me preocupa, porque no se trata del “alles möglich” (todo es posible) que utilizan insistentemente los alemanes como ariete o palanca para obtener lo que es difícil, a fuerza de persistencia constructiva. Nuestro “todo es posible” está      dirigido a “todo es fácil”. Es asunto de contactos e intercambios monetarios. Se trata de saber, con exactitud, cuánto hay que darle, y a quién, de la gente en el poder, para lograr aprobaciones de obras (realizadas o no) que habrán de engrosar impresionantes cuentas bancarias personales.

   Volviendo a Sócrates, en La República, de Platón, cito sus palabras (Lib VIII, cap. VI), cuando reitera: “El deseo inmoderado de riquezas y la indiferencia que, por todo lo demás, inspira esta pasión, es la causa de la ruina de la democracia’.

   No es que tema una desaparición de la democracia nacional por frustración. Ya no existen las circunstancias que hicieron posible a un Rafael L. Trujillo y su tiranía de tres décadas.

   Pero ha de tenerse cuidado.

   Las frustraciones desesperan con una Policía absurda y abusiva.

   Las elecciones libres, inquietan… y sin embargo queremos un país organizado, respetuoso de las leyes para los ciudadanos comunes.

   ¿Podremos tenerlo?

    Hermann Keyserling, historiador de la cultura y filósofo, nos dice en sus Figuras Simbólicas que “Es raro que nazca algo grande sin un estado de tensión entre los deseos y el deber”.

   ¿No nos merecemos los dominicanos tal nacimiento?

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