En torno a la riqueza rápida

En torno a la riqueza rápida

No es posible entender. Ese personaje, Andresito -Andy es diminutivo de Andrew- tiene a uno perplejo. Se ha hecho tan famoso, aunque no por virtud y santidad, que si aquí se dice «Andy», nadie piensa en Andy García, el famoso actor que está por realizar filmaciones en nuestra tierra. Por el contrario, el nombre de este Andy nuestro trae consigo tenebrosidad, lobreguez y ofuscación.

)Cómo es posible que este personaje que deja muy atrás las habilidades comerciales de los fenicios y de los mercaderes astutos del Cercano Oriente, hombre de funestos consejos para el Estado, sea aún hoy el autor de una propuesta de reforma económica que le costó al Estado 25 mil dólares?

)Es que sabe demasiado? Aunque conozca perfectamente cómo acopiar millones de dólares, parece que sabe demasiado de demasiadas cosas ajenas, malolientes y peligrosas cuando se aproxima un tiempo en el cual no se sabe lo que va a pasar con la impunidad, la «vista gorda» y el «borrón y cuenta nueva».

Recordemos el caso de otro personaje que, amenazado con acciones judiciales dijo: Si me atacan, hablo. Y lo dejaron en paz.

Lo cierto es que el embarre es grande y ya ha anunciado otro personaje de cuidado que «si hay circo, va a ser un circo muy grande». Por lo visto, también sabe muchas cosas.

Pero lo que no se puede entender es que Andresito, después de tantos malos consejos y responsabilidades consecuentes, merezca que propuestas suyas sean «estudiadas» y «discutidas» y que se le pague un cuarto de millón de dólares por sus desacreditadas recomendaciones.

Por supuesto que urge reformar el mega-mecanismo económico de la Nación, pero no es esta la persona confiable para hacer sugerencias. Sus daños están a la vista desde sus acciones establecidas en el piso doce del Banco Central, como ha reiterado el doctor Vincho Castillo en multitud de sus valiosos programas televisivos, siempre bien documentados, severos y admonitorios.

Al doctor Castillo se le acusa de apasionado, de virulento, hasta de tremendista, pero -que yo sepa- nunca se le ha acusado de mentiroso.

El economista Pavel Isa Contreras, presidente del Centro de Investigación Económica para el Caribe (no pretendo ser «todólogo» sino «observadólogo») consideró que la propuesta del grupo de Andresito el Peligroso impulsa la inequidad impositiva (algo tan grave, JGP) y elimina la solidaridad. Dijo que es «inaceptable» que se reduzca el impuesto sobre la renta a un diez por ciento, mientras se amplía la base del ITEBIS. «El mensaje que vamos a dar es que se perdonan impuestos a los ricos, mientras los pobres pagan más por los alimentos»- agregó.

Una mirada -digamos satelital- sobre el panorama nacional trae la dramática visión de que los pobres son cada vez más pobres, mientras los ricos son cada vez más ricos.

)Es que queremos regresar a la Francia de los últimos Luises? )Queremos fortificar una diferencia de clases económicas en la cual las mayorías carecen de alimentos básicos (aquí no es el pan sino los víveres, los huevos, las sardinas enlatadas o un poco de pollo o salami o alguna carne digna de rechazo) mientras proliferan los restaurantes y cafés de lujo que cobran derecho de admisión -como en Francia- y a cada rato se sorprende uno con la inauguración de nuevos establecimientos sofisticados, que hacen buen negocio aunque uno no entienda cómo es posible su éxito con precios inalcanzables aún para la antigua clase media.

)Es que los ladrones, los manejadores del dineral de la Patria, están tan seguros de que la impunidad tradicional (controlada bajo la dictadura de Trujillo, hoy liberalizada, democratizada) ha llegado a ser una realidad social aceptable y dignificada?

No es que a mí me molestaría poseer un Mercedes-Benz, un Jaguar, un BMW, un Lexus, y vivir en un apartamento dotado de todas las comodidades, incluyendo, naturalmente planta eléctrica propia, siempre que tales comodidades no excedieran tan monumentalmente las realidades de nuestro pueblo.

No es cambiar lo que tenemos.

Es distribuirlo con sentido humano.

Tomemos de los anglosajones: «Too much, too soon», demasiado, muy pronto.

Es nuestro drama.

La riqueza rápida.

Y la impunidad.

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