En torno a las culpas y a lo inexplicable

En torno a las culpas y a lo inexplicable

De paso, en una radio callejera, escuché al Trío Los Tres Diamantes entonar  en un bolero de  1951 la frase: “Usted es la culpable de todas mis angustias y todos mis quebrantos”. Pensé que nadie es totalmente culpable de los males que nos acontecen… ni siquiera nosotros mismos, porque desconocemos las consecuencias de nuestras decisiones, aunque nos parezcan razonables.

Me vino a la memoria la Rapsodia I de la Odisea de Homero, cuando Zeus dice:- “¡Oh dioses! ¡De qué modo culpan los mortales a los númenes! Dicen que las cosas malas les vienen de nosotros, y son ellos mismos quienes atraen con sus locuras infortunios no decretados por el destino”.

Resulta que el destino es circunstancial y consecuencial.

¿Qué podemos hacer? Lo mejor posible dentro de nuestro marco accional:  rechazar rencores, envidias, venenosidades respecto a quienes obtienen éxitos que nos resultan inalcanzables, por unas razones u otras.

En todo hay ganadores y perdedores.  

Soy poco propenso a culpar a otros de mis errores y acojo como verdad aquello que cito como dicho por Zeus, en cuanto a que las cosas malas vienen de nosotros, de nuestras locuras. Ya decían estudiantes universitarios alemanes de la Edad Media en alegre canto multitudinario: “Fortuna, velut luna statu mutabilis” (fortuna, eres variable como la luna).

Bueno, sí, pero la luna no varía caprichosamente, obedece a razones, como el girar del planeta Tierra y las moles del espacio exterior que nos desconciertan con su expansión, al parecer indetenible en su misterio.

El Creador, llámesele como se le llame, no podía equivocarse. Hay buenas razones para todo, hasta para ese fastidioso y torturante “libre albedrío”, que quisiéramos no tener para evitarnos lidiar con lo desconocido ignorando consecuencias.

¿Qué hacer?

Lo mejor que podamos en cada circunstancia. No somos responsables de más.

Quiero referir una experiencia personal en Londres, donde fui Agregado Cultural durante el primer Triunvirato tras el fin de Trujillo. Juan Bosch había enviado a la Cancillería dominicana – sin consultarme – mi nombramiento como Embajador sin Sede en Europa, para que divulgase la cultura dominicana.

Le dieron un golpe de Estado pocos días después. Pero un triunviro, Ramón Tapia Espinal, encontró el documento engavetado. Me interceptó en la calle con su vehículo oficial (sin escolta ni franqueadores, aunque sí con una placa de bronce y el Escudo Nacional). Me dijo que había encontrado el expediente de Bosch y que los propósitos del ex presidente no eran factibles en el momento,   

Sí podía nombrarme Agregado Cultural en Londres… y ya se vería cómo realizar la idea de Bosch.

Me nombraron.

Ocho meses después me llegó un escueto telegrama: “Ha sido sustituido por Misión Militar”. El contrato de alquiler, de un año, establecía que de irme antes, debía pagar el año completo.

Sin dinero ni boleto de regreso al país y con una familia dependiente, telefoneé a Hannover, donde había sido “Koncertmaster”. ¿Hay una posición vacante? Estoy en Londres.”

–“Para usted, siempre”.

Procedí a empacar, algo que la añosa portera reportó de inmediato. El severo propietario judío tocó a mi puerta: “Usted me ha decepcionado”.

No repuse.

Entonces él, mirándome a los ojos contritos, me dijo: “Usted es un hombre honesto. Olvide el contrato.”

En Hannover volví a ser Konzertmeister.

¿Lecciones de la vida?  

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